Página 304 - Consejos Sobre la Salud (1989)

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No entre los ricos
Podrá parecernos que para situar nuestros sanatorios lo mejor
sería elegir lugares entre los ricos; que esto le daría carácter a nuestra
obra y permitiría obtener clientela para nuestras instituciones. Pero
no sería sabio hacerlo. “Jehová mira no lo que el hombre mira”.
1
Samuel 16:7
. El hombre mira la apariencia externa; Dios mira el
corazón. Cuanto menor sea el número de edificios grandes en derre-
dor de nuestras instituciones, menos molestias experimentaremos.
Muchos propietarios ricos son irreligiosos e irreverentes. Sus mentes
están llenas de pensamientos mundanos. Los entretenimientos del
mundo, el bullicio y la hilaridad ocupan su tiempo. Gastan su dinero
en ropas extravagantes y en una vida llena de lujos. En sus casas no
se da la bienvenida a los mensajeros celestiales. Prefieren mantener-
se lejos de Dios. A los hombres les cuesta aprender la lección de la
humildad, y tanto a los ricos como a los que están acostumbrados a
darse todos los gustos les resulta especialmente difícil aprenderla.
Los que no se consideran responsables ante Dios por lo que poseen
se sienten tentados a exaltar el yo, como si las riquezas comprendi-
das por sus tierras y sus notas bancarias los hicieran independientes
de Dios. Llenos de orgullo y vanidad, se adjudican una estima que
se mide por sus riquezas.
Hay muchos ricos que son mayordomos infieles a la vista de
Dios. El descubre el robo tanto en la forma de adquirir esos medios
como en la manera de usarlos. No han tomado en cuenta al Propieta-
rio de todas las cosas ni han utilizado los medios que les ha confiado
para socorrer a los sufrientes y oprimidos. Han estado amontonando
sobre sí mismos ira para el día de la ira; porque Dios recompensará
a cada ser humano conforme a sus obras. Estos hombres no adoran
a Dios; su ídolo es el yo. Quitan la misericordia y la justicia de su
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mente y las reemplazan con avaricia y rivalidad. Dios les dice: “¿No
los he de castigar por estas cosas?”.
Jeremías 9:9
[
Testimonies for the Church 7:88-89 (1902)
.
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