Página 313 - Consejos Sobre la Salud (1989)

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Economía en el establecimiento de los sanatorios
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La comodidad es más importante que la elegancia
Los hombres de buen criterio prefieren la comodidad a la ele-
gancia y el lujo. Es un error pensar que las apariencias atraerán más
pacientes, y habrá por consiguiente más ganancias. Aun suponiendo
que este proceder aumentase la clientela, no podemos consentir que
nuestros sanatorios sean amueblados según las costumbres de lujo
de nuestro siglo. La influencia cristiana es demasiado valiosa para
quedar así sacrificada. Todo lo que rodea nuestras instituciones, y
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cuanto esté en ellas, debe armonizar con las enseñanzas de Cristo y
la expresión de nuestra fe. En todos sus ramos, nuestra obra debe ser
una lección de juicio santificado y no de ostentación y despilfarro.
No son los edificios imponentes y costosos, ni los muebles de
lujo, ni las mesas cargadas de manjares delicados, lo que dará a
nuestra obra influencia y éxito. Es la fe que obra por el amor y
purifica el alma; es la atmósfera de gracia que rodea al creyente; es
el Espíritu Santo, obrando en el pensamiento y el corazón, lo que
da a nuestra obra el sabor de vida para vida y que permite a Dios
bendecirla.
Dios puede comunicarse hoy con su pueblo y darle la sabiduría
necesaria para hacer su voluntad, así como se comunicaba antaño con
su pueblo y le dio la sabiduría necesaria para construir su santuario.
En la construcción de ese edificio, dio una representación de su
potencia y majestad; y su nombre debe igualmente quedar honrado
hoy por los edificios que se construyen para él. Cada parte debe
denotar fidelidad, solidez e idoneidad.
Obreros juntamente con Dios
Los encargados de la construcción de un sanatorio deben repre-
sentar la verdad trabajando con el espíritu y el amor de Dios. Así
como Noé amonestó al mundo al construir el arca, por el trabajo que
se haga en la construcción de las instituciones del Señor, se predica-
rán sermones, y el corazón de algunos se convencerá y convertirá.
Sientan, pues, nuestros obreros la necesidad constante de la ayuda
de Cristo, para que nuestras instituciones no sean establecidas en
vano. Mientras la obra de construcción progrese, acuérdense que
como en los días de Noé y Moisés Dios determinó todos los deta-