La alegría
En los sanatorios y los hospitales, donde los enfermeros tratan de
continuo con numerosos enfermos, se requieren esfuerzos decididos
para guardar siempre un continente agradable y alegre, y dar prueba
de cuidadosa consideración en palabras y actos. En dichos estable-
cimientos es de la mayor importancia que los enfermeros procuren
desempeñar su trabajo juiciosamente y a la perfección. Es preciso
que recuerden siempre que al desempeñar sus tareas diarias están
sirviendo al Señor.
Una mente dispuesta
Los enfermos necesitan que se les hable con sabiduría y pruden-
cia. Los enfermeros deberán estudiar la Biblia cada día para poder
decir palabras que iluminen y ayuden al enfermo. Hay ángeles de
Dios en las habitaciones en que son atendidos estos enfermos, y la
atmósfera que rodea a quienes los tratan debe ser pura y fragante.
Médicos y enfermeros deben estimar y practicar los principios de
Cristo. En su conducta deben manifestarse las virtudes cristianas, y
así, con sus palabras y hechos, atraerán a los enfermos a su Salvador.
El enfermero cristiano, al par que aplica el tratamiento para la
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restauración de la salud, dirigirá con gusto y con éxito la mente del
paciente hacia Cristo, quien cura el alma tanto como el cuerpo. Las
ideas que el enfermero presente ejercerán poco a poco su influencia.
Los enfermeros de más edad no deben desperdiciar ninguna oportu-
nidad de llamar la atención de esos enfermos hacia Cristo. Deben
estar siempre dispuestos a combinar la curación espiritual con la
física
Los enfermeros deben enseñar con la mayor bondad y ternura que
quien quiera restablecerse debe dejar de quebrantar la ley de Dios.
Debe repudiar la vida de pecado. Dios no puede bendecir a quien
siga acarreándose la enfermedad y el dolor, violando a sabiendas las
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El Ministerio de Curación, 169-170
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