Página 49 - Consejos Sobre la Salud (1989)

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El médico cristiano como misionero
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Se necesitan obreros tanto en este país como en el extranjero. En
nuestro vecindario hay una obra que realizar que muchos descuidan
extrañamente. Todos los que han gustado “la buena palabra de Dios,
y las virtudes del siglo venidero” (
Hebreos 6:5
) tienen un trabajo que
hacer en sus propios hogares y entre los vecinos. Se debe proclamar
el Evangelio de salvación entre las gentes. Toda persona que ha sen-
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tido el poder de Cristo en su corazón se transforma en un misionero.
A los amigos se les debe hablar del amor de Dios. Cada uno puede
anunciar dentro de su propia iglesia lo que el Señor significa para
él: su Salvador personal; este testimonio, presentado con sencillez,
será de mayor provecho que el más elocuente discurso. Además
hay una gran obra que hacer, en tratar a los demás con justicia y en
humillarse para andar delante del Señor. Los que trabajan dentro de
su propio ambiente están ganando una experiencia que los capacitará
para llevar a cabo mayores responsabilidades. El trabajo misionero
que se hace en el país donde uno vive, prepara al cristiano para la
realización de una obra mayor en el extranjero.
El cuidado del enfermo
¿Cómo se puede realizar el trabajo del Señor? ¿Cómo se po-
drán alcanzar esas almas que se pierden en la medianoche de las
tinieblas? Tenemos que hacerle frente al prejuicio; es difícil trabajar
con una religión corrompida. Los mejores métodos de trabajo deben
considerarse con oración. Hay una forma en que muchas puertas se
abrirán ante el misionero. Aprenda él a trabajar inteligentemente en
favor de los enfermos, como enfermero o enfermera; o aprenda a
tratar las enfermedades, como médico; y si se mantiene lleno del
Espíritu Santo, ¡cuán vasto campo de servicio no se le presentará!
Cristo es el Salvador del mundo. Durante su ministerio terrenal,
los enfermos y los afligidos fueron el objeto especial de su compa-
sión. Cuando envió a sus discípulos, los comisionó para que sanaran
al enfermo tanto como para predicar el Evangelio. Cuando envió a
los setenta, también les ordenó que curaran a los enfermos, mientras
predicaban que el reino de Dios estaba cerca. Primero debían atender
la salud física, para que se abriera el camino y la verdad llegara a
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sus almas.