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Consejos Sobre la Salud
sa ponerse al servicio del Señor, porque la cruz es demasiado pesada
o la abnegación que debe manifestar es demasiado grande. El Espíri-
tu Santo procura morar en cada alma. Si se le da la bienvenida como
un huésped de honor, quienes lo reciban serán hechos completos en
Cristo. La buena obra comenzada se terminará; los pensamientos
santificados, los afectos celestiales y las acciones como las de Cristo,
ocuparán el lugar de los sentimientos impuros, los pensamientos
perversos y los actos rebeldes.
El Espíritu Santo es un Maestro divino. Si obedecemos sus
lecciones, nos haremos sabios para salvación. Pero necesitamos
proteger adecuadamente nuestros corazones, porque con demasiada
frecuencia olvidamos las instrucciones celestiales que hemos reci-
bido y procuramos seguir las inclinaciones naturales de nuestras
mentes no consagradas. Cada uno debe pelear su propia batalla con-
tra el yo. Aceptad las enseñanzas del Espíritu Santo. Si lo hacéis,
esas enseñanzas serán repetidas vez tras vez hasta que las impresio-
nes sean tan claras como si hubieran sido “grabadas en la roca para
siempre”...
Indiferencia y oposición
El Señor ha dado a su pueblo un mensaje en cuanto a la reforma
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pro salud. La luz ha estado brillando sobre su camino durante treinta
años, y el Señor no puede sostener a sus siervos en un curso de
acción que la contradiga. Experimenta desagrado cuando sus siervos
actúan en oposición a su mensaje sobre este tema, el cual les ha
dado para que lo enseñen a otros. ¿Podemos sentir agrado cuando
la mitad de los obreros que trabajan en un lugar enseñan que los
principios de la reforma pro salud se encuentran tan estrechamente
ligados al mensaje del tercer ángel como el brazo lo está con el
cuerpo, mientras sus colaboradores, por medio de lo que practican,
enseñan principios completamente opuestos? Esto se considera un
pecado ante la vista de Dios...
Nada produce más desánimo en los vigías del Señor, que estar
relacionados con personas que tienen capacidad mental, y que com-
prenden las razones de nuestra fe, pero que por precepto y ejemplo
manifiestan indiferencia a las obligaciones morales.