Se necesita una reforma
631
alimento no saludable y que permanece allí hasta descomponerse.
La aflicción del estómago aflige el cerebro. La persona que come en
forma imprudente no comprende que se está descalificando para dar
un sabio consejo y para trazar planes para el mejor adelanto de la
obra de Dios. Pero es así. No puede discernir las cosas espirituales,
y en las reuniones de junta, cuando debe decir “sí”, dice “no”. Pre-
senta propuestas inapropiadas, porque el alimento que ha comido ha
ofuscado su capacidad cerebral.
La reforma pro salud y la espiritualidad
El descuido de seguir principios sólidos ha desfigurado la historia
del pueblo de Dios. Ha habido continuamente una apostasía en la
reforma pro salud, y como resultado Dios ha sido reshonrado por
una gran falta de espiritualidad. Se han levantado barreras que nunca
habrían existido si el pueblo de Dios hubiera andado en la luz.
¿Debiéramos nosotros, que tenemos oportunidades tan grandes,
[581]
permitir que el mundo nos tome la delantera en lo que se refiere a la
reforma pro salud? ¿Debiéramos rebajar nuestras mentes y abusar de
nuestros talentos por comer en forma equivocada? ¿Quebrantaremos
la ley santa de Dios por seguir prácticas egoístas? ¿Se convertirá
nuestra incongruencia en un objeto de escarnio? ¿Viviremos vidas
tan alejadas del modelo cristiano que el Salvador se avergonzará de
llamarnos sus hermanos?
¿No haremos más bien esa obra médica misionera que es el
Evangelio puesto en práctica, al vivir de tal manera que la paz de
Dios gobierne nuestros corazones? ¿No debiéramos quitar toda
piedra de tropiezo de los pies de los incrédulos, recordando siempre
en qué consiste la profesión del cristianismo? Es mejor renunciar al
nombre de cristiano antes que hacer profesión y al mismo tiempo
complacer los apetitos que fortalecen las pasiones impías.
Se pide que se lleve a cabo una reforma
Dios pide a cada miembro de iglesia que dedique su vida sin
reservas al servicio del Señor. Pide que se lleve a cabo una reforma
decidida. La creación entera gime bajo la maldición. El pueblo de
Dios debiera colocarse en un lugar donde pueda crecer en gracia, y