Los padres como reformadores
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me fuerza y es difícil de dominar. Espero que los padres comiencen
una cruzada contra la intemperancia en sus propios hogares, con sus
propias familias, en los principios que enseñan a sus hijos a seguir
desde su misma infancia, y entonces pueden esperar tener éxito. Os
recompensará, madres, utilizar las preciosas horas que Dios os da
en la formación, el desarrollo y el entrenamiento de los caracteres
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de vuestros hijos, y en enseñarles a adherirse estrictamente a los
principios de temperancia en el comer y el beber.
Puede ser que los padres hayan transmitido a sus hijos tenden-
cias hacia el apetito y la pasión, que tornarán más difícil la obra
de educarlos y entrenarlos para que sean estrictamente temperantes
y para que posean hábitos puros y virtuosos. Si el apetito por ali-
mentos perjudiciales y estimulantes y por los narcóticos les ha sido
transmitido por legado de sus padres, ¡qué responsabilidad solemne
descansa sobre los padres para contrarrestar las tendencias malas
que ellos mismos han puesto en sus hijos! ¡Con cuánto fervor y
diligencia debieran los padres trabajar para cumplir su deber con fe
y esperanza, a fin de ayudar a sus hijos desafortunados!
Los padres debieran convertir en su primera responsabilidad la
comprensión de las leyes de la salud y la vida, para no hacer nada
en la preparación de los alimentos o por medio de otros hábitos, que
desarrolle tendencias equivocadas en sus hijos. Las madres debieran
estudiar cuidadosamente la forma de preparar sus mesas con los
alimentos más sencillos y saludables, para que los órganos digestivos
no se debiliten, para que no se desequilibren las fuerzas nerviosas,
y la instrucción que debieran dar a sus hijos no sea contrarrestada
con los alimentos que colocan ante ellos. Este alimento debilita o
fortalece el estómago, y tiene mucho que ver en el control de la
salud física y moral de los hijos... Los que complacen el apetito
de sus hijos y no controlan sus pasiones, verán el error terrible que
han cometido al usar tabaco, al beber alcohol como esclavos, cuyos
sentidos han sido anublados y cuyos labios profieren falsedades y
profanidades.
Cuando los padres y los niños se enfrenten en el arreglo final de
cuentas, ¡qué escenas se presentarán! Miles de niños que han sido
esclavos del apetito y el vicio rebajante, cuyas vidas han naufragado
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moralmente, se pondrán cara a cara con sus padres que hicieron de