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Consejos Sobre la Salud
caracterizarse por la práctica de la temperancia en todas las cosas,
para que el pueblo de Dios se vuelva de su idolatría, de su glotonería
y de su extravagancia en el vestir y otros asuntos. La abnegación, la
humildad y la temperancia que Dios requiere de los justos a quienes
dirige y bendice de manera especial, deben ser presentadas a las
gentes en contraste con los hábitos extravagantes y destructivos de
quienes viven en esta época depravada.
Dios nos ha mostrado que la reforma de la salud está conectada
tan estrechamente con el mensaje del tercer ángel como lo está la
mano con el cuerpo. En ninguna parte se encuentra mayor causa de
decadencia moral y física como en el descuido de este importante
tema. Aquellos que dan rienda suelta a los apetitos y pasiones y
que cierran los ojos a la luz por temor a descubrir complacencias
pecaminosas que no desean abandonar, son culpables ante los ojos
de Dios. Quienquiera que rechaza la luz que se le da sobre un asunto,
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predispone su corazón al rechazo de la luz sobre otros. El que viola
las obligaciones morales relacionadas con la comida y el vestido,
prepara el camino para quebrantar las exigencias divinas que tienen
que ver con los intereses eternos.
Nuestros cuerpos no nos pertenecen. Dios tiene el derecho de
exigir que cuidemos de la habitación que nos ha dado, para que
presentemos nuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, y agradable
a Dios. Nuestros cuerpos le pertenecen al Dios que nos creó, y no-
sotros estamos moralmente obligados a aprender la mejor forma de
preservarlos de la enfermedad. Si debilitamos nuestros cuerpos a
causa de la autocomplacencia, satisfaciendo los apetitos y vistién-
donos al compás de modas detrimentales para la salud, sólo por el
afán de mantenernos en armonía con el mundo, nos convertimos en
enemigos de Dios...
La providencia divina ha estado impresionando al pueblo de
Dios para que abandone las costumbres extravagantes del mundo,
se aparte de la complacencia de apetitos y pasiones, y adopte una
posición firme sobre la plataforma del dominio propio y de la tempe-
rancia en todas las cosas. El pueblo dirigido por Dios será peculiar;
un pueblo diferente al mundo. Si aceptan la dirección de Dios cum-
plirán los propósitos divinos y someterán su voluntad a la suya.
Entonces Cristo morará en sus corazones. El templo de Dios será
santo. Vuestro cuerpo, dice el apóstol, es el templo del Espíritu San-