Página 110 - El Discurso Maestro de Jesucristo (1956)

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El Discurso Maestro de Jesucristo
verando unánimes cada día en el templo, y partiendo el pan en las
casas, comían juntos con alegría y sencillez de corazón, alabando a
Dios, y teniendo favor con todo el pueblo. Y el Señor añadía cada
día a la iglesia los que habían de ser salvos”.
Podemos buscar por el cielo y por la tierra, y no encontraremos
verdad revelada más poderosa que la que se manifiesta en las obras
de misericordia hechas en favor de quienes necesiten de nuestra
simpatía y ayuda. Tal es la verdad como está en Jesús. Cuando
los que profesan el nombre de Cristo practiquen los principios de
la regla de oro, acompañará al Evangelio el mismo poder de los
tiempos apostólicos.
“Porque estrecha es la puerta, y angosto el camino que lleva a la
vida”.
En los tiempos de Cristo los habitantes de Palestina vivían en
ciudades amuralladas, mayormente situadas en colinas o montañas.
Se llegaba a las puertas, que se cerraban a la puesta del sol, por
caminos empinados y pedregosos, y el viajero que regresaba a casa
al fin del día, con frecuencia necesitaba apresurarse ansiosamente
en la subida de la cuesta para llegar a la puerta antes de la caída de
la noche. El que se retrasaba quedaba afuera.
El estrecho camino ascendente que conducía al hogar y al des-
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canso, dio a Jesús una conmovedora imagen del camino cristiano.
La senda que os he trazado, dijo, es estrecha; la entrada a la puerta
es difícil; porque la regla de oro excluye todo orgullo y egoísmo.
Hay, en verdad, un camino más ancho, pero su fin es la destrucción.
Si queréis seguir la senda de la vida espiritual, debéis subir con-
tinuamente; debéis andar con los pocos, porque la muchedumbre
escogerá la senda que desciende.
Por el camino a la muerte puede marchar todo el género humano,
con toda su mundanalidad, todo su egoísmo, todo su orgullo, su falta
de honradez y su envilecimiento moral. Hay lugar para las opiniones
y doctrinas de cada persona; espacio para que sigan sus propias
inclinaciones y para hacer todo cuanto exija su egoísmo. Para andar
por la senda que conduce a la destrucción, no es necesario buscar el
camino, porque la puerta es ancha, y espacioso el camino, y los pies
se dirigen naturalmente a la vía que termina en la muerte.