Página 115 - El Discurso Maestro de Jesucristo (1956)

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Las críticas y la regla de oro
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aquello por lo cual había luchado en vano con sus propias fuerzas.
“Esta es la victoria que ha vencido al mundo, nuestra fe”
“Guardaos de los falsos profetas”.
Surgirán por doquiera maestros de falsedades para apartaros del
camino angosto y de la puerta estrecha. Guardaos de ellos; aunque
estén ocultos en ropajes de ovejas, por dentro son lobos feroces. Da
Jesús una prueba por la cual pueden distinguirse los maestros falsos
de los verdaderos: “Por sus frutos los conoceréis. ¿Acaso se recogen
uvas de los espinos, o higos de los abrojos?”
No nos dice que los probemos por sus suaves palabras ni su exal-
tada profesión de fe. Se los ha de juzgar por la Palabra de Dios. “¡A
la ley y al testimonio! Si no dijeren conforme a esto, es porque no les
ha amanecido”. “Cesa, hijo mío, de oír las enseñanzas que te hacen
divagar de las razones de sabiduría”
¿Qué mensaje traen estos
maestros? ¿Nos hace venerar y temer a Dios? ¿Nos hace manifestar
amor hacia él mediante la lealtad a sus mandamientos? Si los hom-
bres no sienten la obligación de observar la ley moral; si se burlan
de los preceptos de Dios; si traspasan aun el más pequeño de sus
mandamientos y así enseñan a los hombres, no tendrán ningún valor
a los ojos del cielo. Podemos saber que sus pretensiones carecen de
fundamento. Hacen la misma obra que se originó con el príncipe de
las tinieblas, el enemigo de Dios.
No todos los que profesan su nombre y llevan su insignia per-
tenecen a Cristo. Muchos de los que enseñaron en mi nombre, dijo
Jesús, al fin serán hallados faltos. “Muchos me dirán en aquel día:
Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre, y en tu nombre echa-
mos fuera demonios, y en tu nombre hicimos muchos milagros? Y
entonces les declararé: Nunca os conocí; apartaos de mí, hacedores
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de maldad”.
Hay personas que creen tener razón cuando están equivocadas.
Proclaman que Cristo es su Señor y profesan hacer grandes cosas
en su nombre, pero son obradores de iniquidad. “Hacen halagos con
sus bocas, y el corazón de ellos anda en pos de su avaricia”. El que
declara la Palabra de Dios es para ellos “como cantor de amores,
hermoso de voz y que canta bien; y oirán tus palabras, pero no las
pondrán por obra”