Página 118 - El Discurso Maestro de Jesucristo (1956)

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El Discurso Maestro de Jesucristo
carácter, su ley, su amor y su vida, es el único fundamento sobre el
cual podemos edificar un carácter que permanecerá.
Edificamos en Cristo por la obediencia a su palabra. No es justo
quien sólo se complace en la justicia, sino quien la ejecuta. La
santidad no es arrobamiento; es el resultado de entregarlo todo a
Dios; es hacer la voluntad de nuestro Padre celestial. Cuando los
hijos de Israel acampaban en los límites de la tierra prometida, no
bastaba que tuvieran conocimiento de Canaán ni que entonaran los
himnos de Canaán. Esto solo no les daría posesión de los viñedos y
olivares de la buena tierra. Tan sólo podían hacerla suya en verdad
ocupándola, cumpliendo las condiciones, ejerciendo una fe viva en
Dios, y aplicando las promesas a sí mismos mientras obedecían sus
instrucciones.
La religión consiste en cumplir las palabras de Cristo; no en
obrar para merecer el favor de Dios, sino porque, sin merecerlo,
hemos recibido la dádiva de su amor. Cristo no basa la salvación de
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los hombres sobre lo que profesan solamente, sino sobre la fe que se
manifiesta en las obras de justicia. Se espera acción, no meramente
palabras, de los seguidores de Cristo. Por medio de la acción es
como se edifica el carácter. “Porque todos los que son
guiados
por
el Espíritu de Dios, éstos son hijos de Dios”
Los hijos de Dios no
son aquellos cuyos corazones conmueve el Espíritu, ni los que de
vez en cuando se entregan a su poder, sino los que son guiados por
el Espíritu.
¿Deseamos llegar a ser discípulos de Cristo, pero no sabemos
cómo principiar? ¿Estamos en la oscuridad y no sabemos cómo
hallar la luz? Sigamos la luz que poseemos. Dispongamos nuestro
corazón para obedecer lo que sabemos de la Palabra de Dios, en
la cual reside su poder, su misma vida. A medida que recibamos
la Palabra con fe, ella nos dará poder para obedecer. Si prestamos
atención a la luz que tenemos, recibiremos más luz. Edificaremos
sobre la Palabra de Dios y nuestro carácter se formará a semejanza
del carácter de Cristo.
Cristo, el verdadero fundamento, es una piedra viva; su vida se
imparte a todos los que son edificados sobre él. “Vosotros también
como piedras vivas, sed edificados como casa espiritual”. Y “todo el
edificio, bien coordinado, va creciendo para ser un templo santo en
el Señor”
Las piedras se unifican con el fundamento, porque en