Página 22 - El Discurso Maestro de Jesucristo (1956)

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El Discurso Maestro de Jesucristo
los que siguen a Cristo participarán en esta experiencia. Mientras
compartan su amor, tendrán parte en su doloroso trabajo para salvar
a los perdidos. Comparten los sufrimientos de Cristo, y compartirán
también la gloria que será revelada. Estuvieron unidos con él en su
obra, apuraron con él la copa del dolor, y participan también de su
regocijo.
Por medio del sufrimiento, Jesús se preparó para el ministerio
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de consolación. Fue afligido por toda angustia de la humanidad,
y “en cuanto él mismo padeció siendo tentado, es poderoso para
socorrer a los que son tentados”
Quien haya participado de esta
comunión de sus padecimientos tiene el privilegio de participar
también de su ministerio. “Porque de la manera que abundan en
nosotros las aflicciones de Cristo, así abunda también por el mismo
Cristo nuestra consolación”. El Señor tiene gracia especial para los
que lloran, y hay en ella poder para enternecer los corazones y ganar
a las almas. Su amor se abre paso en el alma herida y afligida, y
se convierte en bálsamo curativo para cuantos lloran. El “Padre de
misericordias y Dios de toda consolación..., nos consuela en todas
nuestras tribulaciones, para que podamos también nosotros consolar
a los que están en cualquier tribulación, por medio de la consolación
con que nosotros somos consolados por Dios”
“Bienaventurados los mansos”.
A través de las bienaventuranzas se nota el progreso de la expe-
riencia cristiana. Los que sintieron su necesidad de Cristo, los que
lloraban por causa del pecado y aprendieron de Cristo en la escuela
de la aflicción, adquirirán mansedumbre del Maestro divino.
El conservarse paciente y amable al ser maltratado no era ca-
racterística digna de aprecio entre los gentiles o entre los judíos.
La declaración que hizo Moisés por inspiración del Espíritu Santo,
de que fue el hombre más manso de la tierra, no habría sido con-
siderada como un elogio entre las gentes de su tiempo; más bien
habría excitado su compasión o su desprecio. Pero Jesús incluye
la mansedumbre entre los requisitos principales para entrar en su
reino. En su vida y carácter se reveló la belleza divina de esta gracia
preciosa.