Página 26 - El Discurso Maestro de Jesucristo (1956)

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El Discurso Maestro de Jesucristo
la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a
él, y cenaré con él, y él conmigo”. “Yo soy el pan de vida; el que a
mí viene, nunca tendrá hambre; y el que en mí cree, no tendrá sed
jamás”
Así como necesitamos alimentos para sostener nuestras fuerzas
físicas, también necesitamos a Cristo, el pan del cielo, para mantener
la vida espiritual y para obtener energía con que hacer las obras
de Dios. Y de la misma manera como el cuerpo recibe constante-
mente el alimento que sostiene la vida y el vigor, así el alma debe
comunicarse sin cesar con Cristo, sometiéndose a él y dependiendo
enteramente de él.
Al modo como el viajero fatigado que, hallando en el desierto
la buscada fuente, apaga su sed abrasadora, el cristiano buscará y
obtendrá el agua pura de la vida, cuyo manantial es Cristo.
Al percibir la perfección del carácter de nuestro Salvador, desea-
remos transformarnos y renovarnos completamente a semejanza de
su pureza. Cuanto más sepamos de Dios, tanto más alto será nuestro
ideal del carácter, y tanto más ansiaremos reflejar su imagen. Un
elemento divino se une con lo humano cuando el alma busca a Dios
y el corazón anheloso puede decir: “Alma mía, en Dios solamente
reposa; porque de él es mi esperanza”
Si en nuestra alma sentimos necesidad, si tenemos hambre y sed
de justicia, ello es una indicación de que Cristo influyó en nuestro
corazón para que le pidamos que haga, por intermedio del Espíritu
Santo, lo que nos es imposible a nosotros. Si ascendemos un poco
más en el sendero de la fe, no necesitamos apagar la sed en riachuelos
superficiales; porque tan sólo un poco más arriba de nosotros se
encuentra el gran manantial de cuyas aguas abundantes podemos
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beber libremente.
Las palabras de Dios son las fuentes de la vida. Mientras busca-
mos estas fuentes vivas, el Espíritu Santo nos pondrá en comunión
con Cristo. Verdades ya conocidas se presentarán a nuestra mente
con nuevo aspecto; ciertos pasajes de las Escrituras revestirán nuevo
significado, como iluminados por un relámpago; comprenderemos
la relación entre otras verdades y la obra de redención, y sabremos
que Cristo nos está guiando, que un Instructor divino está a nuestro
lado.