Página 29 - El Discurso Maestro de Jesucristo (1956)

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Las bienaventuranzas
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presiones de gratitud, serían para muchos que luchan solos como un
vaso de agua fría para un alma sedienta. Una palabra de simpatía, un
acto de bondad, alzaría la carga que doblega los hombros cansados.
Cada palabra y obra de bondad abnegada es una expresión del amor
que Cristo sintió por la humanidad perdida.
Los misericordiosos “alcanzarán misericordia”. “El alma gene-
rosa será prosperada; y el que saciare, él también será saciado”. Hay
dulce paz para el espíritu compasivo, una bendita satisfacción en
la vida de servicio desinteresado por el bienestar ajeno. El Espíritu
Santo que mora en el alma y se manifiesta en la vida ablandará los
corazones endurecidos y despertará en ellos simpatía y ternura. Lo
que sembremos, eso segaremos. “Bienaventurado el que piensa en
el pobre... Jehová lo guardará, y le dará vida; será bienaventurado
en la tierra, y no lo entregarás a la voluntad de sus enemigos. Jehová
lo sustentará sobre el lecho del dolor; mullirás toda su cama en su
enfermedad”
El que ha entregado su vida a Dios para socorrer a los hijos de él
se une a Aquel que dispone de todos los recursos del universo. Su
vida queda ligada a la vida de Dios por la áurea cadena de promesas
inmutables. El Señor no lo abandonará en la hora de aflicción o de
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necesidad. “Mi Dios, pues, suplirá todo lo que os falta conforme a
sus riquezas en gloria en Cristo Jesús”
Y en la hora de necesidad
final, los compasivos se refugiarán en la misericordia del clemente
Salvador y serán recibidos en las moradas eternas.
“Bienaventurados los de limpio corazón, porque ellos verán a
Dios”.
Los judíos eran tan exigentes en lo relativo a la pureza ceremo-
nial que sus reglas resultaban insoportables. Los preocupaban tanto
las reglas, las restricciones y el temor de la contaminación externa
que no percibían la mancha que el egoísmo y la malicia dejan en el
alma.
Jesús no menciona esta pureza ceremonial entre las condiciones
para entrar en su reino; da énfasis a la pureza de corazón. La sabi-
duría que viene “de lo alto es primeramente pura”
En la ciudad
de Dios no entrará nada que mancille. Todos los que morarán en
ella habrán llegado aquí a ser puros de corazón. En el que vaya