Página 31 - El Discurso Maestro de Jesucristo (1956)

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Las bienaventuranzas
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pueden conocer a Dios. Moisés estaba oculto en la hendedura de la
roca cuando se le reveló la gloria del Señor; del mismo modo, tan
sólo cuando estamos escondidos en Cristo vemos el amor de Dios.
“El que ama la limpieza de corazón, por la gracia de sus labios
tendrá la amistad del rey”
Por la fe lo contemplamos aquí y ahora.
En las experiencias diarias percibimos su bondad y compasión al
manifestarse su providencia. Lo reconocemos en el carácter de su
Hijo. El Espíritu Santo abre a la mente y al corazón la verdad acerca
de Dios y de Aquel a quien envió. Los de puro corazón ven a Dios en
un aspecto nuevo y atractivo, como su Redentor; mientras disciernen
la pureza y hermosura de su carácter, anhelan reflejar su imagen.
Para ellos es un Padre que anhela abrazar a un hijo arrepentido; y
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sus corazones rebosan de alegría indecible y de gloria plena.
Los de corazón puro perciben al Creador en las obras de su
mano poderosa, en las obras de belleza que componen el universo.
En su Palabra escrita ven con mayor claridad aún la revelación de
su misericordia, su bondad y su gracia. Las verdades escondidas
a los sabios y los prudentes se revelan a los niños. La hermosura
y el encanto de la verdad que no disciernen los sabios del mundo
se presentan constantemente a quienes, movidos por un espíritu
sencillo como el de un niño, desean conocer y cumplir la voluntad
de Dios. Discernimos la verdad cuando llegamos a participar de la
naturaleza divina.
Los de limpio corazón viven como en la presencia de Dios
durante los días que él les concede aquí en la tierra y lo verán cara a
cara en el estado futuro e inmortal, así como Adán cuando andaba y
hablaba con él en el Edén. “Ahora vemos por espejo, oscuramente;
mas entonces veremos cara a cara”
“Bienaventurados los pacificadores, porque ellos serán llamados
hijos de Dios”.
Cristo es el “Príncipe de paz”, y su misión es devolver al cielo y a
la tierra la paz destruida por el pecado. “Justificados, pues, por la fe,
tenemos paz para con Dios por medio de nuestro Señor Jesucristo”
Quien consienta en renunciar al pecado y abra el corazón al amor de
Cristo participará de esta paz celestial.