Página 47 - El Discurso Maestro de Jesucristo (1956)

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La espiritualidad de la ley
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En el monte había espías que atisbaban a Jesús; y mientras él
presentaba los principios de la justicia, los fariseos fomentaban el
rumor de que su enseñanza se oponía a los preceptos que Dios
les había dado en el monte Sinaí. El Salvador no dijo una sola
palabra que pudiera turbar la fe en la religión ni en las instituciones
establecidas por medio de Moisés; porque todo rayo de luz divina
que el gran caudillo de Israel comunicó a su pueblo lo había recibido
de Cristo. Mientras muchos murmuraban en sus corazones que él
había venido para destruir la ley, Jesús, en términos inequívocos,
reveló su actitud hacia los estatutos divinos: “No penséis—dijo—que
he venido para abrogar la ley o los profetas”.
Fue el Creador de los hombres, el Dador de la ley, quien declaró
que no albergaba el propósito de anular sus preceptos. Todo en la
naturaleza, desde la diminuta partícula que baila en un rayo de sol
hasta los astros en los cielos, está sometido a leyes. De la obediencia
a estas leyes dependen el orden y la armonía del mundo natural. Es
decir que grandes principios de justicia gobiernan la vida de todos
los seres inteligentes, y de la conformidad a estos principios depende
el bienestar del universo. Antes que se creara la tierra existía la ley de
Dios. Los ángeles se rigen por sus principios y, para que este mundo
esté en armonía con el cielo, el hombre también debe obedecer los
estatutos divinos. Cristo dio a conocer al hombre en el Edén los
preceptos de la ley, “cuando alababan todas las estrellas del alba, y
se regocijaban todos los hijos de Dios”
La misión de Cristo en la
tierra no fue abrogar la ley, sino hacer volver a los hombres por su
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gracia a la obediencia de sus preceptos.
El discípulo amado, que escuchó las palabras de Jesús en el mon-
te, al escribir mucho tiempo después, bajo la inspiración del Espíritu
Santo, se refirió a la ley como a una norma de vigencia perpetua.
Dice que “el pecado es infracción de la ley”, y que “todo aquel que
comete pecado, infringe también la ley”
Expresa claramente que la
ley a la cual se refiere es “el mandamiento antiguo que habéis tenido
desde el principio”
Habla de la ley que existía en la creación y que
se reiteró en el Sinaí.
Al hablar de la ley, dijo Jesús: “No he venido para abrogar, sino
para cumplir”. Aquí usó la palabra “cumplir” en el mismo sentido
que cuando declaró a Juan el Bautista su propósito de “cumplir toda