Página 52 - El Discurso Maestro de Jesucristo (1956)

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El Discurso Maestro de Jesucristo
amor, moraría en ellos, transformándolos a su semejanza; así, por el
don generoso de Dios, poseerían la justicia exigida por la ley. Pero
los fariseos rechazaron a Cristo; “ignorando la justicia de Dios, y
procurando establecer la suya propia”
no querían someterse a la
justicia de Dios.
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Jesús procedió entonces a mostrar a sus oyentes lo que significa
observar los mandamientos de Dios, que son en sí mismos una re-
producción del carácter de Cristo. Porque en él, Dios se manifestaba
diariamente ante ellos.
“Cualquiera que se enoje contra su hermano, será culpable de
juicio”.
Mediante Moisés, Jehová había dicho: “No aborrecerás a tu
hermano en tu corazón... No te vengarás, ni guardarás rencor a los
hijos de tu pueblo, sino amarás a tu prójimo como a ti mismo”
Las
verdades que Cristo presentaba eran las mismas que habían enseñado
los profetas, pero se habían oscurecido a causa de la dureza de los
corazones y del amor al pecado.
Las palabras del Salvador revelaban a sus oyentes que, al con-
denar a otros como transgresores, ellos eran igualmente culpables,
porque abrigaban malicia y odio.
Al otro lado del mar, frente al lugar en que estaban congregados,
se extendía la tierra de Basán, una región solitaria cuyos empinados
desfiladeros y colinas boscosas eran desde mucho tiempo antes el
escondite favorito de toda clase de criminales. La gente recordaba
vívidamente las noticias de robos y asesinatos cometidos allí, y
muchos denunciaban severamente a esos malhechores. Al mismo
tiempo ellos mismos eran arrebatados y contenciosos; albergaban el
odio más ciego hacia sus opresores romanos y se creían autorizados
para aborrecer y despreciar a todos los demás pueblos, aun a sus
compatriotas que no se conformaban a sus ideas en todas las cosas.
En todo esto violaban la ley que ordena: “No matarás”.
El espíritu de odio y de venganza tuvo origen en Satanás, y lo
llevó a dar muerte al Hijo de Dios. Quienquiera que abrigue malicia
u odio, abriga el mismo espíritu; y su fruto será la muerte. En el pen-
samiento vengativo yace latente la mala acción, así como la planta
yace en la semilla. “Todo aquel que aborrece a su hermano es homi-