Página 53 - El Discurso Maestro de Jesucristo (1956)

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La espiritualidad de la ley
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cida; y sabéis que ningún homicida tiene vida eterna permanente en
él”
“Cualquiera que diga: Necio, a su hermano, será culpable ante
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el concilio”. En la dádiva de su Hijo para nuestra redención, Dios
demostró cuánto valor atribuye a toda alma humana, y a nadie auto-
riza para hablar desdeñosamente de su semejante. Veremos defectos
y debilidades en los que nos rodean, pero Dios reclama cada alma
como su propiedad, por derecho de creación, y dos veces suya por
haberla comprado con la sangre preciosa de Cristo. Todos fueron
creados a su imagen, y debemos tratar aun a los más degradados
con respeto y ternura. Dios nos hará responsables hasta de una sola
palabra despectiva hacia un alma por la cual Cristo dio su vida.
“¿Quién te distingue? ¿o qué tienes que no hayas recibido? Y si
lo recibiste, ¿por qué te glorías como si no lo hubieras recibido?”
“¿Tú quién eres, que juzgas al criado ajeno? Para su propio Señor
está en pie, o cae”
“Cualquiera que le diga [a su hermano]: Fatuo, quedará expuesto
al infierno de fuego”. En el Antiguo Testamento la palabra
fatuo
se
usa para describir a un apóstata o al que se entregó a la iniquidad.
Dice Jesús que quienquiera que condene a su hermano como após-
tata, o como despreciador de Dios, muestra que él mismo merece
semejante condenación.
El mismo Cristo, cuando contendía con Satanás sobre el cuerpo
de Moisés, “no se atrevió a proferir juicio de maldición contra él”.
Si lo hubiera hecho, le habría dado una ventaja a Satanás, porque las
acusaciones son armas del diablo. En las Sagradas Escrituras se lo
llama “el acusador de nuestros hermanos”. Jesús no empleó ninguno
de los métodos de Satanás. Le respondió con las palabras: “El Señor
te reprenda”
Su ejemplo es para nosotros. Cuando nos vemos en conflicto con
los enemigos de Cristo, no debemos hablar con espíritu de desquite,
ni deben nuestras palabras asemejarse a una acusación burlona. El
que vive como vocero de Dios no debe decir palabras que aun la
Majestad de los cielos se negó a usar cuando contendía con Satanás.
Debemos dejar a Dios la obra de juzgar y condenar.
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