Página 57 - El Discurso Maestro de Jesucristo (1956)

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La espiritualidad de la ley
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Hasta que Jacob no cayó desvalido y sin fuerzas sobre el pecho
del Angel del pacto, no conoció la victoria de la fe vencedora ni
recibió el título de príncipe con Dios. Sólo cuando “cojeaba de su
cadera” se detuvieron las huestes armadas de Esaú, y el Faraón, he-
redero soberbio de un linaje real, se inclinó para pedir su bendición.
Así el autor de nuestra salvación se hizo “perfecto... por medio de
los padecimientos”, y los hijos de fe “sacaron fuerzas de debilidad”
y “pusieron en fuga ejércitos extranjeros”. Así “los cojos arrebatarán
presa”, el débil “será como David” y “la casa de David como... el
ángel de Jehová”
“¿Es lícito al hombre repudiar a su mujer por cualquier causa?”
Entre los judíos se permitía que un hombre repudiase a su mujer
por las ofensas más insignificantes, y ella quedaba en libertad para
casarse otra vez. Esta costumbre era causa de mucha desgracia y
pecado. En el Sermón del Monte, Jesús indicó claramente que el
casamiento no podía disolverse, excepto por infidelidad a los votos
matrimoniales. “El que repudia a su mujer—dijo él—, a no ser por
causa de fornicación, hace que ella adultere; y el que se casa con la
repudiada, comete adulterio”.
Después, cuando los fariseos lo interrogaron acerca de la lega-
lidad del divorcio, Jesús dirigió la atención de sus oyentes hacia
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la institución del matrimonio conforme se ordenó en la creación
del mundo. “Por la dureza de vuestro corazón—dijo él—Moisés os
permitió repudiar a vuestras mujeres: mas al principio no fue así”.
Se refirió a los días bienaventurados del Edén, cuando Dios declaró
que todo “era bueno en gran manera”. Entonces tuvieron su origen
dos instituciones gemelas, para la gloria de Dios y en beneficio de la
humanidad: el matrimonio y el sábado. Al unir Dios en matrimonio
las manos de la santa pareja diciendo: “Dejará el hombre a su padre
y a su madre, y se unirá a su mujer, y serán una sola carne”
dictó
la ley del matrimonio para todos los hijos de Adán hasta el fin del
tiempo. Lo que el mismo Padre eterno había considerado bueno era
una ley que reportaba la más elevada bendición y progreso para los
hombres.
Como todas las demás excelentes dádivas que Dios confió a
la custodia de la humanidad, el matrimonio fue pervertido por el