Página 58 - El Discurso Maestro de Jesucristo (1956)

Basic HTML Version

54
El Discurso Maestro de Jesucristo
pecado; pero el propósito del Evangelio es restablecer su pureza y
hermosura. Tanto en el Antiguo como en él Nuevo Testamento, se
emplea el matrimonio para representar la unión tierna y sagrada que
existe entre Cristo y su pueblo, los redimidos a quienes él adquirió
al precio del Calvario. Dice: “No temas... porque tu marido es tu
Hacedor; Jehová de los ejércitos es su nombre; y tu Redentor, el
Santo de Israel; Dios de toda la tierra será llamado”. “Convertíos,
hijos rebeldes, dice Jehová, porque yo soy vuestro esposo”. En el
Cantar de los Cantares oímos decir a la voz de la novia: “Mi amado
es mío, y yo suya”. Y el “señalado entre diez mil” dice a su escogida:
“Tú eres hermosa, amiga mía, y en ti no hay mancha”
Mucho después, Pablo, el apóstol, al escribir a los cristianos
de Efeso, declara que el Señor constituyó al marido cabeza de la
mujer, como su protector y vínculo que une a los miembros de la
familia, así como Cristo es la cabeza de la iglesia y el Salvador del
cuerpo místico. Por eso dice: “Como la iglesia está sujeta a Cristo,
así también las casadas lo estén a sus maridos en todo. Maridos,
amad a vuestras mujeres, así como Cristo amó a la iglesia, y se
entregó a sí mismo por ella, para santificarla, habiéndola purificado
[58]
en el lavamiento del agua por la palabra, a fin de presentársela a
sí mismo, una iglesia gloriosa, que no tuviese mancha ni arruga ni
cosa semejante, sino que fuese santa y sin mancha. Así también los
maridos deben amar a sus mujeres”
La gracia de Cristo, y sólo ella, puede hacer de esta institución
lo que Dios deseaba que fuese: un medio de beneficiar y elevar a la
humanidad. Así las familias de la tierra, en su unidad, paz y amor,
pueden representar a la familia de los cielos.
Ahora, como en el tiempo de Cristo, la condición de la sociedad
merece un triste comentario, en contraste con el ideal del cielo
para esta relación sagrada. Sin embargo, aun a los que encontraron
amargura y desengaño donde habían esperado compañerismo y gozo,
el Evangelio de Cristo ofrece consuelo. La paciencia y ternura que su
Espíritu puede impartir endulzará la suerte más amarga. El corazón
en el cual mora Cristo estará tan henchido, tan satisfecho de su amor
que no se consumirá con el deseo de atraer simpatía y atención a
sí mismo. Si el alma se entrega a Dios, la sabiduría de él puede
llevar a cabo lo que la capacidad humana no logra hacer. Por la
revelación de su gracia, los corazones que eran antes indiferentes