Página 59 - El Discurso Maestro de Jesucristo (1956)

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La espiritualidad de la ley
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o se habían enemistado pueden unirse con vínculos más fuertes y
más duraderos que los de la tierra, los lazos de oro de un amor que
resistirá cualquier prueba.
“No perjurarás”.
Se nos indica por qué se dio este mandamiento: No hemos de
jurar “ni por el cielo, porque es el trono de Dios; ni por la tierra,
porque es el estrado de sus pies; ni por Jerusalén, porque es la
ciudad del gran Rey. Ni por tu cabeza jurarás, porque no puedes
hacer blanco o negro un sólo cabello”.
Todo proviene de Dios. No tenemos nada que no hayamos re-
cibido; además, no tenemos nada que no haya sido comprado para
nosotros por la sangre de Cristo. Todo lo que poseemos nos llega
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con el sello de la cruz, y ha sido comprado con la sangre que es más
preciosa que cuanto puede imaginarse, porque es la vida de Dios. De
ahí que no tengamos derecho de empeñar cosa alguna en juramento,
como si fuera nuestra, para garantizar el cumplimiento de nuestra
palabra.
Los judíos entendían que el tercer mandamiento prohibía el uso
profano del nombre de Dios; pero se creían libres para pronunciar
otros juramentos. Prestar juramento era común entre ellos. Por medio
de Moisés se les prohibió jurar en falso; pero tenían muchos artificios
para librarse de la obligación que entraña un juramento. No temían
incurrir en lo que era realmente blasfemia ni les atemorizaba el
perjurio, siempre que estuviera disfrazado por algún subterfugio
técnico que les permitiera eludir la ley.
Jesús condenó sus prácticas, y declaró que su costumbre de jurar
era una transgresión del mandamiento de Dios. Pero el Salvador no
prohibió el juramento judicial o legal en el cual se pide solemne-
mente a Dios que sea testigo de que cuanto se dice es la verdad,
y nada más que la verdad. El mismo Jesús, durante su juicio ante
el Sanedrín, no se negó a dar testimonio bajo juramento. Dijo el
sumo sacerdote: “Te conjuro por el Dios viviente, que nos digas
si eres tú el Cristo, el Hijo de Dios”. Contestó Jesús: “Tú lo has
dicho”
Si Cristo hubiera condenado en el Sermón del Monte el
juramento judicial, en su juicio habría reprobado al sumo sacerdote