56
El Discurso Maestro de Jesucristo
y así, para provecho de sus seguidores, habría corroborado su propia
enseñanza.
A muchos que no temen engañar a sus semejantes se les ha
enseñado que es una cosa terrible mentir a su Hacedor, y el Espíritu
Santo les ha hecho sentir que es así. Cuando están bajo juramento, se
les recuerda que no declaran sólo ante los hombres, sino también ante
Dios; que si mienten, ofenden a Aquel que lee el corazón y conoce
la verdad. El conocimiento de los castigos terribles que recibió a
veces este pecado tiene sobre ellos una influencia restrictiva.
[60]
Si hay alguien que puede declarar en forma consecuente bajo
juramento, es el cristiano. Vive continuamente como en la presencia
de Dios, seguro de que todo pensamiento es visible a los ojos del
Angel con quien tenemos que ver; y cuando ello le es requerido
legalmente, le es lícito pedir que Dios sea testigo de que lo que dice
es la verdad, y nada más que la verdad.
Jesús enunció un principio que haría inútil todo juramento. En-
seña que la verdad exacta debe ser la ley del hablar. “Sea vuestro
hablar: Sí, sí; no, no; porque lo que es más de esto, de mal procede”.
Estas palabras condenan todas las frases e interjecciones insen-
satas que rayan en profanidad. Condenan los cumplidos engañosos,
el disimulo de la verdad, las frases lisonjeras, las exageraciones, las
falsedades en el comercio que prevalecen en la sociedad y en el
mundo de los negocios. Enseñan que nadie puede llamarse veraz
si trata de aparentar lo que no es o si sus palabras no expresan el
verdadero sentimiento de su corazón.
Si se prestara atención a estas palabras de Cristo, se refrenaría la
expresión de malas sospechas y ásperas censuras; porque al comentar
las acciones y los motivos ajenos, ¿quién puede estar seguro de decir
la verdad exacta? ¡Cuántas veces influyen sobre la impresión dada el
orgullo, el enojo, el resentimiento personal! Una mirada, una palabra,
aun una modulación de la voz, pueden rebosar mentiras. Hasta los
hechos ciertos pueden presentarse de manera que produzcan una
impresión falsa. “Lo que es más” que la verdad, “de mal procede”.
Todo cuanto hacen los cristianos debe ser transparente como
la luz del sol. La verdad es de Dios; el engaño, en cada una de
sus muchas formas, es de Satanás; el que en algo se aparte de la
verdad exacta, se somete al poder del diablo. Pero no es fácil ni
sencillo decir la verdad exacta. No podemos decirla a menos que la