Página 61 - El Discurso Maestro de Jesucristo (1956)

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La espiritualidad de la ley
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sepamos; y ¡cuántas veces las opiniones preconcebidas, el prejuicio
mental, el conocimiento imperfecto, los errores de juicio impiden
que tengamos una comprensión correcta de los asuntos que nos
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atañen! No podemos hablar la verdad a menos que nuestra mente
esté bajo la dirección constante de Aquel que es verdad.
Por medio del apóstol Pablo, Cristo nos ruega: “Sea vuestra
palabra siempre con gracia”. “Ninguna palabra corrompida salga de
vuestra boca, sino la que sea buena para la necesaria edificación, a
fin de dar gracia a los oyentes”
A la luz de estos pasajes vemos
que las palabras pronunciadas por Cristo en el monte condenan la
burla, la frivolidad y la conversación impúdica. Exigen que nuestras
palabras sean no solamente verdaderas sino también puras.
Quienes hayan aprendido de Cristo no tendrán participación “en
las obras infructuosas de las tinieblas”. En su manera de hablar,
tanto como en su vida, serán sencillos, sinceros y veraces porque se
preparan para la comunión con los santos en cuyas “bocas no fue
hallada mentira”
“No resistáis al que es malo; antes, a cualquiera que te hiera en
la mejilla derecha, vuélvele también la otra”.
Constantemente surgían ocasiones de provocación para los ju-
díos en su trato con la soldadesca romana. Había tropas acantonadas
en diferentes sitios de Judea y Galilea, y su presencia recordaba al
pueblo su propia decadencia nacional. Con amargura íntima oían el
toque del clarín y veían cómo las tropas se alineaban alrededor del
estandarte de Roma para rendir homenaje a este símbolo de su poder.
Las fricciones entre el pueblo y los soldados eran frecuentes, lo que
acrecentaba el odio popular. A menudo, cuando algún jefe romano
con su escolta de soldados iba de un lugar a otro, se apoderaba de los
labriegos judíos que trabajaban, en el campo y los obligaba a trans-
portar su carga trepando la ladera de la montaña o a prestar cualquier
otro servicio que pudiera necesitar. Esto estaba de acuerdo con las
leyes y costumbres romanas, y la resistencia a esas exigencias sólo
traía vituperios y crueldad. Cada día aumentaba en el corazón del
pueblo el anhelo de libertarse del yugo romano. Especialmente entre
los osados y bruscos galileos, cundía el espíritu de rebelión. Por
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ser Capernaum una ciudad fronteriza, era la base de una guarnición