Página 72 - El Discurso Maestro de Jesucristo (1956)

Basic HTML Version

68
El Discurso Maestro de Jesucristo
unirá en estrecha simpatía con el de Dios, y su Espíritu, al influir
sobre el nuestro, hará que el alma responda con armonías sagradas
al toque divino.
El que multiplica los talentos de los que emplearon con prudencia
los dones que les confió reconocerá con agrado el servicio de sus
creyentes en el Amado, por cuya gracia y fuerza obraron. Los que
procuraron desarrollar y perfeccionar un carácter cristiano por el
ejercicio de sus facultades en obras buenas, segarán en el mundo
venidero lo que aquí sembraron. La obra empezada en la tierra
llegará a su consumación en aquella vida más elevada y más santa
que perdurará por toda la eternidad.
“Y cuando ores, no seas como los hipócritas”.
Los fariseos tenían horas fijas para orar, y cuando, como sucedía
a menudo, en el momento designado se encontraban ausentes de
casa, fuese en la calle, en el mercado o entre las multitudes apresu-
radas, allí mismo se detenían y recitaban en alta voz sus oraciones
formales. Un culto tal, ofrecido simplemente para glorificación del
yo, mereció la reprensión más severa de Jesús. Sin embargo, no
desaprobó la oración pública; él mismo oraba con sus discípulos, y
en presencia de la multitud. Lo que enseña es que la oración acerca
[73]
de la vida íntima no debe hacerse en público. En la devoción secre-
ta nuestras oraciones no deben alcanzar sino el oído de Dios, que
siempre las escucha. Ningún oído curioso debe asumir el peso de
tales peticiones.
“Mas tú, cuando ores, entra en tu aposento”. Tengamos un lugar
especial para la oración secreta. Debemos escoger, como lo hizo
Cristo, lugares selectos para comunicarnos con Dios. Muchas veces
necesitamos apartarnos en algún lugar, aunque sea humilde, donde
estemos a solas con Dios.
“Ora a tu Padre que está en secreto”. En el nombre de Jesús
podemos llegar a la presencia de Dios con la confianza de un niño.
No hace falta que algún hombre nos sirva de mediador. Por medio
de Jesús, podemos abrir nuestro corazón a Dios como a quien nos
conoce y nos ama.
En el lugar secreto de oración, donde ningún ojo puede ver ni
oído oír sino únicamente Dios, podemos expresar nuestros deseos y