Página 73 - El Discurso Maestro de Jesucristo (1956)

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El verdadero motivo del servicio
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anhelos más íntimos al Padre de compasión infinita; y en la tranqui-
lidad y el silencio del alma, esa voz que jamás deja de responder al
clamor de la necesidad humana, hablará a nuestro corazón.
“El Señor es muy misericordioso y compasivo”
Espera con
amor infatigable para oír las confesiones de los desviados del buen
camino y para aceptar su arrepentimiento. Busca en nosotros algu-
na expresión de gratitud, así como la madre busca una sonrisa de
reconocimiento de su niño amado. Quiere que sepamos con cuánto
fervor y ternura se conmueve su corazón por nosotros. Nos convida
a llevar nuestras pruebas a su simpatía, nuestras penas a su amor,
nuestras heridas a su poder curativo, nuestra debilidad a su fuerza,
nuestro vacío a su plenitud. Jamás dejó frustrado al que se allegó a
él. “Los que miraron a él fueron alumbrados, y sus rostros no fueron
avergonzados”
No será vana la petición de los que buscan a Dios en secreto,
confiándole sus necesidades y pidiéndole ayuda. “Tu Padre que ve
en lo secreto te recompensará en público”. Si nos asociamos diaria-
mente con Cristo, sentiremos en nuestro derredor los poderes de un
mundo invisible; y mirando a Cristo, nos asemejaremos a él. Con-
templándolo, seremos transformados. Nuestro carácter se suavizará,
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se refinará y ennoblecerá para el reino celestial. El resultado seguro
de nuestra comunión con Dios será un aumento de piedad, pureza y
celo. Oraremos con inteligencia cada vez mayor. Estamos recibien-
do una educación divina, la cual se revela en una vida diligente y
fervorosa.
El alma que se vuelve a Dios en ferviente oración diaria para
pedir ayuda, apoyo y poder, tendrá aspiraciones nobles, conceptos
claros de la verdad y del deber, propósitos elevados, así como sed y
hambre insaciable de justicia. Al mantenernos en relación con Dios,
podremos derramar sobre las personas que nos rodean la luz, la paz
y la serenidad que imperan en nuestro corazón. La fuerza obtenida al
orar a Dios, sumada a los esfuerzos infatigables para acostumbrar la
mente a ser más considerada y atenta, nos prepara para los deberes
diarios, y preserva la paz del espíritu bajo todas las circunstancias.
Si nos acercamos a Dios, él nos dará palabras para hablar por él
y para alabar su nombre. Nos enseñará una melodía de la canción
angelical, así como alabanzas de gratitud a nuestro Padre celestial.
En todo acto de la vida se revelarán la luz y el amor del Salvador