Página 76 - El Discurso Maestro de Jesucristo (1956)

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El Discurso Maestro de Jesucristo
la nobleza y corromper toda consideración de los hombres para
sus semejantes hasta ahogarlos en la perdición. La servidumbre
bajo Satanás rebosa de cuidados, perplejidades y trabajo agotador;
los tesoros que los hombres acumulan en la tierra son tan sólo
temporales.
Dijo Jesús: “Haceos tesoros en el cielo, donde ni la polilla ni el
orín corrompen, y donde ladrones no minan ni hurtan. Porque donde
esté vuestro tesoro, allí estará también vuestro corazón”.
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La instrucción que dio fue: “Haceos tesoros en el cielo”. Es
de nuestro interés obtener los tesoros celestiales. Es lo único, de
todo lo que poseemos, que sea verdaderamente nuestro. El tesoro
acumulado en el cielo es imperecedero. Ni el fuego ni la inundación
pueden destruirlo, ni ladrón robarlo, ni polilla ni orín corromperlo,
porque Dios lo custodia.
Estos tesoros, que Cristo considera inestimables, son “las rique-
zas de la gloria de su herencia en los santos”. A los discípulos de
Cristo se los llama sus joyas, su tesoro precioso y particular. Dice
él: “Como piedras de diadema serán enaltecidos en su tierra”. “Haré
más precioso que el oro fino al varón, y más que el oro de Ofir al
hombre”
Cristo, el gran centro de quien se desprende toda gloria,
considera a su pueblo purificado y perfeccionado como la recom-
pensa de todas sus aflicciones, su humillación y su amor; lo estima
como el complemento de su gloria.
Se nos permite unirnos con él en la gran obra de redención y
participar con él de las riquezas que ganó por las aflicciones y la
muerte. El apóstol Pablo escribió de esta manera a los cristianos
tesalonicenses: “¿Cuál es nuestra esperanza, o gozo, o corona de que
me gloríe? ¿No lo sois vosotros, delante de nuestro Señor Jesucristo,
en su venida? Vosotros sois nuestra gloria y gozo”
Tal es el tesoro
por el cual Cristo nos manda trabajar. El carácter es la gran cosecha
de la vida. Cada palabra y acto que mediante la gracia de Cristo
encienda en algún alma el impulso de elevarse hacia el cielo, cada
esfuerzo que tienda a la formación de un carácter como el de Cristo,
equivale a acumular tesoros en los cielos.
Donde esté el tesoro, allí estará el corazón. Nos beneficiamos con
cada esfuerzo que ejercemos en pro de los demás. El que da de su
dinero o de su trabajo para la difusión del Evangelio dedica su interés
y sus oraciones a la obra y a las almas a las cuales alcanzará; sus