El padrenuestro
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No podemos santificar su nombre ni representarlo ante el mundo,
a menos que en nuestra vida y carácter representemos la vida y el
carácter de Dios. Esto podrá hacerse únicamente cuando aceptemos
la gracia y la justicia de Cristo.
“Venga tu reino”.
Dios es nuestro Padre, que nos ama y nos cuida como hijos
suyos; es también el gran Rey del universo. Los intereses de su reino
son los nuestros; hemos de obrar para su progreso.
Los discípulos de Cristo esperaban el advenimiento inmediato
del reino de su gloria; pero al darles esta oración Jesús les enseñó
que el reino no había de establecerse entonces. Habían de orar por
su venida como un suceso todavía futuro. Pero esta petición era
también una promesa para ellos. Aunque no verían el advenimiento
del reino en su tiempo, el hecho de que Jesús les dijera que oraran
por él es prueba de que vendrá seguramente cuando Dios quiera.
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El reino de la gracia de Dios se está estableciendo, a medida que
ahora, día tras día, los corazones que estaban llenos de pecado y re-
belión se someten a la soberanía de su amor. Pero el establecimiento
completo del reino de su gloria no se producirá hasta la segunda
venida de Cristo a este mundo. “El reino y el dominio y la majestad
de los reinos debajo de todo el cielo” serán dados “al pueblo de los
santos del Altísimo”. Heredarán el reino preparado para ellos “desde
la fundación del mundo”
Cristo asumirá entonces su gran poder y
reinará.
Las puertas del cielo se abrirán otra vez y nuestro Salvador,
acompañado de millones de santos, saldrá como Rey de reyes y
Señor de señores. Jehová Emmanuel “será rey sobre toda la tierra.
En aquel día Jehová será uno, y uno su nombre”. “El tabernáculo
de Dios” estará con los hombres y Dios “morará con ellos; y ellos
serán su pueblo, y Dios mismo estará con ellos como su Dios”
Jesús dijo, sin embargo, que antes de aquella venida “será predi-
cado este Evangelio del reino en todo el mundo, para testimonio a
todas las naciones”. Su reino no vendrá hasta que las buenas nuevas
de su gracia se hayan proclamado a toda la tierra. De ahí que, al
entregarnos a Dios y ganar a otras almas para él, apresuramos la
venida de su reino. Únicamente aquellos que se dedican a servirle