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El Deseado de Todas las Gentes
a los hombres con la misma tentación, y tiene más éxito con ellos.
Les ofrece el reino de este mundo a condición de que reconozcan su
supremacía. Demanda que sacrifiquen su integridad, desprecien la
conciencia, satisfagan su egoísmo. Cristo los invita a buscar primero
el reino de Dios y su justicia; pero Satanás anda a su lado y les
dice: Cualquiera sea la verdad acerca de la vida eterna, para tener
éxito en este mundo, debéis servirme. Tengo vuestro bienestar en
mis manos. Puedo daros riquezas, placeres, honores y felicidad.
Oíd mi consejo. No os dejéis arrastrar por nociones caprichosas de
honradez o abnegación. Yo os prepararé el camino. Y así multitudes
son engañadas. Consienten en vivir para servirse a sí mismas, y
Satanás queda satisfecho. Al par que las seduce con la esperanza del
dominio mundanal, conquista el dominio del alma. Pero él ofrece
lo que no puede otorgar, lo que pronto se le quitará. En pago, las
despoja de su derecho a la herencia de los hijos de Dios.
Satanás había puesto en duda que Jesús fuese el Hijo de Dios.
En su sumaria despedida tuvo una prueba que no podía contradecir.
La divinidad fulguró a través de la humanidad doliente. Satanás no
tuvo poder para resistir la orden. Retorciéndose de humillación e ira,
se vió obligado a retirarse de la presencia del Redentor del mundo.
La victoria de Cristo fué tan completa como lo había sido el fracaso
de Adán.
Así podemos nosotros resistir la tentación y obligar a Satanás a
alejarse. Jesús venció por la sumisión a Dios y la fe en él, y mediante
el apóstol nos dice: “Someteos pues a Dios; resistid al diablo, y
de vosotros huirá. Allegaos a Dios, y él se allegará a vosotros.
No podemos salvarnos a nosotros mismos del poder del tentador;
él venció a la humanidad, y cuando nosotros tratamos de resistirle
con nuestra propia fuerza caemos víctimas de sus designios; pero
“torre fuerte es el nombre de Jehová: a él correrá el justo, y será
levantado.
Satanás tiembla y huye delante del alma más débil que
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busca refugio en ese nombre poderoso.
Después que el enemigo hubo huído, Jesús cayó exhausto al
suelo, con la palidez de la muerte en el rostro. Los ángeles del
cielo habían contemplado el conflicto, mirando a su amado General
mientras pasaba por indecibles sufrimientos para preparar una vía
de escape para nosotros. Había soportado la prueba, una prueba
mayor que cualquiera que podamos ser llamados a soportar. Los