Página 110 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

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El Deseado de Todas las Gentes
“¿Qué pues? ¿Eres tú Elías?”
“No soy.”
“¿Eres tú el profeta?”
“No.”
“¿Pues quién eres? para que demos respuesta a los que nos
enviaron. ¿Qué dices de ti mismo?”
“Yo soy la voz del que clama en el desierto: Enderezad el camino
del Señor, como dijo Isaías profeta.”
El pasaje al que se refirió Juan es la hermosa profecía de Isaías:
“Consolaos, consolaos, pueblo mío, dice vuestro Dios. Hablad al
corazón de Jerusalem: decidle a voces que su tiempo es ya cumplido,
que su pecado es perdonado.... Voz que clama en el desierto: Barred
camino a Jehová: enderezad calzada en la soledad a nuestro Dios.
Todo valle sea alzado, y bájese todo monte y collado; y lo torcido se
enderece, y lo áspero se allane. Y manifestaráse la gloria de Jehová,
y toda carne juntamente la verá.
Antiguamente, cuando un rey viajaba por las comarcas menos
frecuentadas de sus dominios, se enviaba delante del carro real a
un grupo de hombres para que aplanase los lugares escabrosos y
llenase los baches, a fin de que el rey pudiese viajar con seguridad
y sin molestia. Esta costumbre es la que menciona el profeta para
ilustrar la obra del Evangelio. “Todo valle sea alzado, y bájese todo
monte y collado.” Cuando el Espíritu de Dios conmueve el alma
con su maravilloso poder de despertarla, humilla el orgullo humano.
El placer mundanal, la jerarquía y el poder son tenidos por inútiles.
Son destruídos los “consejos, y toda altura que se levanta contra la
ciencia de Dios,” y se sujeta “todo intento a la obediencia de Cristo.
Entonces la humildad y el amor abnegado, tan poco apreciados entre
los hombres, son ensalzados como las únicas cosas de valor. Tal es
la obra del Evangelio, de la cual el mensaje de Juan era una parte.
Los rabinos continuaron preguntando: “¿Por qué pues bautizas, si
tú no eres el Cristo, ni Elías, ni el profeta?” Las palabras “el profeta”
se referían a Moisés. Los judíos se habían inclinado a creer que
Moisés sería resucitado de los muertos y llevado al cielo. No sabían
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que ya había sido resucitado. Cuando el Bautista inició su ministerio,
muchos pensaron que tal vez fuese el profeta Moisés resucitado;
porque parecía tener un conocimiento cabal de las profecías y de la
historia de Israel.