Página 116 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

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El Deseado de Todas las Gentes
Felipe no entró en controversia. Dijo: “Ven y ve. Jesús vió venir
a sí a Natanael, y dijo de él: He aquí un verdadero israelita, en el
cual no hay engaño.” Sorprendido, Natanael exclamó: “¿De dónde
me conoces? Respondió Jesús, y díjole: Antes que Felipe te llamara,
cuando estabas debajo de la higuera te vi.”
Esto fué suficiente. El Espíritu divino que había dado testimonio
a Natanael en su oración solitaria debajo de la higuera, le habló
ahora en las palabras de Jesús. Aunque presa de la duda, y cediendo
en algo al prejuicio, Natanael había venido a Cristo con un sincero
deseo de oír la verdad, y ahora su deseo estaba satisfecho. Su fe
superó a la de aquel que le había traído a Jesús. Respondió y dijo:
“Rabbí, tú eres el Hijo de Dios; tú eres el Rey de Israel.”
Si Natanael hubiese confiado en los rabinos para ser dirigido,
nunca habría hallado a Jesús. Viendo y juzgando por sí mismo, fué
como llegó a ser discípulo. Así sucede hoy día en el caso de muchos
a quienes los prejuicios apartan de lo bueno. ¡Cuán diferentes serían
los resultados si ellos quisieran venir y ver!
Ninguno llegará a un conocimiento salvador de la verdad mien-
tras confíe en la dirección de la autoridad humana. Como Natanael,
necesitamos estudiar la Palabra de Dios por nosotros mismos, y pedir
la iluminación del Espíritu Santo. Aquel que vió a Natanael debajo
de la higuera, nos verá en el lugar secreto de oración. Los ángeles
del mundo de luz están cerca de aquellos que con humildad solicitan
la dirección divina.
Con el llamamiento de Juan, Andrés, Simón, Felipe y Natanael,
empezó la fundación de la iglesia cristiana. Juan dirigió a dos de
sus discípulos a Cristo. Entonces uno de éstos, Andrés, halló a
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su hermano, y lo llevó al Salvador. Luego Felipe fué llamado, y
buscó a Natanael. Estos ejemplos deben enseñarnos la importancia
del esfuerzo personal, de dirigir llamamientos directos a nuestros
parientes, amigos y vecinos. Hay quienes durante toda la vida han
profesado conocer a Cristo, y sin embargo, no han hecho nunca un
esfuerzo personal para traer siquiera un alma al Salvador. Dejan
todo el trabajo al predicador. Tal vez él esté bien preparado para
su vocación, pero no puede hacer lo que Dios ha dejado para los
miembros de la iglesia.
Son muchos los que necesitan el ministerio de corazones cris-
tianos amantes. Muchos han descendido a la ruina cuando podrían