Página 124 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

Basic HTML Version

120
El Deseado de Todas las Gentes
bebido antes y muy diferente de lo que se sirviera al principio de la
fiesta. Volviéndose al esposo, le dijo: “Todo hombre pone primero
el buen vino, y cuando están satisfechos, entonces lo que es peor;
mas tú has guardado el buen vino hasta ahora.”
Así como los hombres presentan el mejor vino primero y luego el
peor, así hace también el mundo con sus dones. Lo que ofrece puede
agradar a los ojos y fascinar los sentidos, pero no resulta satisfactorio.
El vino se trueca en amargura, la alegría en lobreguez. Lo que
empezó con canto y alegría, termina en cansancio y desagrado. Pero
los dones de Jesús son siempre frescos y nuevos. El banquete que él
provee para el alma no deja nunca de dar satisfacción y gozo. Cada
nuevo don aumenta la capacidad del receptor para apreciar y gozar
las bendiciones del Señor. Da gracia sobre gracia. No puede agotarse
la provisión. Si moramos en él, el recibimiento de un rico don hoy,
nos asegura la recepción de un don más rico mañana. Las palabras
de Jesús a Natanael expresan la ley de Dios al tratar con los hijos
de la fe. A cada nueva revelación de su amor, declara al corazón
dispuesto a recibirle: “¿Crees? cosas mayores que éstas verás.
El don de Cristo en el festín de bodas fué un símbolo. El agua
representaba el bautismo en su muerte; el vino, el derramamiento de
su sangre por los pecados del mundo. El agua con que llenaron las
tinajas fué traída por manos humanas, pero sólo la palabra de Cristo
podía impartirle la virtud de dar vida. Así sucedería con los ritos
que iban a señalar la muerte del Salvador. Únicamente por el poder
de Cristo, obrando por la fe, es como tienen eficacia para alimentar
el alma.
La palabra de Cristo proporcionó una amplia provisión para la
fiesta. Así de abundante es la provisión de su gracia para borrar las
[123]
iniquidades de los hombres, y para renovar y sostener el alma.
En el primer banquete al cual asistió con sus discípulos, Jesús
les dió la copa que simbolizaba su obra en favor de su salvación.
En la última cena se la volvió a dar, en la institución de aquel rito
sagrado por el cual su muerte había de ser conmemorada hasta que
volviera
Y el pesar de los discípulos al tener que separarse de su
Señor, quedó consolado por la promesa de reunirse que les hizo al
decir: “No beberé más de este fruto de la vid, hasta aquel día, cuando
lo tengo de beber nuevo con vosotros en el reino de mi Padre.