Página 127 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

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En las bodas de Caná
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las festividades de bodas simbolizaba el regocijo de aquel día en que
él llevará la Esposa a la casa del Padre, y los redimidos juntamente
con el Redentor se sentarán a la cena de las bodas del Cordero. El
dice: “De la manera que el novio se regocija sobre la novia, así
tu Dios se regocijará sobre ti.” “Ya no serás llamada Dejada, ...
sino que serás llamada mi Deleite
... porque Jehová se deleita
en ti.” “Jehová ... gozaráse sobre ti con alegría, callará de amor,
se regocijará sobre ti con cantar.
Cuando la visión de las cosas
celestiales fué concedida a Juan el apóstol, escribió: “Y oí como la
voz de una grande compañía, y como el ruido de muchas aguas, y
como la voz de grandes truenos, que decía: Aleluya: porque reinó
el Señor nuestro Dios Todopoderoso. Gocémonos y alegrémonos
y démosle gloria; porque son venidas las bodas del Cordero, y su
esposa se ha aparejado.” “Bienaventurados los que son llamados a
la cena del Cordero.
Jesús veía en toda alma un ser que debía ser llamado a su reino.
Alcanzaba el corazón de la gente yendo entre ella como quien desea
su bien. La buscaba en las calles, en las casas privadas, en los barcos,
en la sinagoga, a orillas del lago, en la fiesta de bodas. Se encon-
traba con ella en sus ocupaciones diarias y manifestaba interés en
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sus asuntos seculares. Llevaba sus instrucciones hasta la familia,
poniéndola, en el hogar, bajo la influencia de su presencia divina.
Su intensa simpatía personal le ayudaba a ganar los corazones. Con
frecuencia se dirigía a las montañas para orar en la soledad, pero
esto era en preparación para su trabajo entre los hombres en la vida
activa. De estas ocasiones, salía para aliviar a los enfermos, instruir
a los ignorantes, y romper las cadenas de los cautivos de Satanás.
Fué por medio del contacto y la asociación personales cómo
Jesús preparó a sus discípulos. A veces les enseñaba, sentado entre
ellos en la ladera de la montaña; a veces a la orilla del mar, o andando
con ellos en el camino, les revelaba los misterios del reino de Dios.
No sermoneaba, como hacen los hombres hoy. Dondequiera que
hubiese corazones abiertos para recibir el mensaje divino, revelaba
las verdades del camino de salvación. No ordenaba a sus discípulos
que hiciesen esto o aquello, sino que decía: “Seguid en pos de mí.”
En sus viajes por el campo y las ciudades, los llevaba consigo, a
fin de que pudiesen ver cómo enseñaba él a la gente. Vinculaba su
interés con el suyo, y ellos participaban en la obra con él.