Página 143 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

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Nicodemo
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dad. Dijo a Nicodemo: No necesitas conocimiento teórico tanto
como regeneración espiritual. No necesitas que se satisfaga tu cu-
riosidad, sino tener un corazón nuevo. Debes recibir una vida nueva
de lo alto, antes de poder apreciar las cosas celestiales. Hasta que se
realice este cambio, haciendo nuevas todas las cosas, no producirá
ningún bien salvador para ti el discutir conmigo mi autoridad o mi
misión.
Nicodemo había oído la predicación de Juan el Bautista concer-
niente al arrepentimiento y el bautismo, y cuando había señalado
al pueblo a Aquel que bautizaría con el Espíritu Santo. El mismo
había sentido que había falta de espiritualidad entre los judíos; que,
en gran medida, estaban dominados por el fanatismo y la ambición
mundanal. Había esperado que se produjese un mejor estado de
cosas al venir el Mesías. Sin embargo, el mensaje escrutador del
Bautista no había producido en él convicción de pecado. Era un
fariseo estricto, y se enorgullecía de sus buenas obras. Era muy es-
timado por su benevolencia y generosidad en sostener el culto del
templo, y se sentía seguro del favor de Dios. Le sorprendió la idea
de un reino demasiado puro para que él lo viese en la condición en
que estaba.
La figura del nuevo nacimiento que Jesús había empleado no era
del todo desconocida para Nicodemo. Los conversos del paganismo
a la fe de Israel eran a menudo comparados a niños recién nacidos.
Por lo tanto, debió percibir que las palabras de Cristo no habían de
ser tomadas en su sentido literal. Pero por virtud de su nacimiento
como israelita, se consideraba seguro de tener un lugar en el reino
de Dios. Le parecía que no necesitaba cambio alguno. Por esto
le sorprendieron las palabras del Salvador. Le irritaba su íntima
aplicación a sí mismo. El orgullo del fariseo contendía contra el
sincero deseo del que buscaba la verdad. Se admiraba de que Cristo
le hablase así, sin tener en cuenta su posición de príncipe de Israel.
La sorpresa le hizo perder el dominio propio, y contestó a Cristo
en palabras llenas de ironía: “¿Cómo puede el hombre nacer sien-
do viejo?” Como muchos otros, al ver su conciencia confrontada
por una verdad aguda, demostró que el hombre natural no recibe
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las cosas del Espíritu de Dios. No hay nada en él que responda a
las cosas espirituales; porque las cosas espirituales se disciernen
espiritualmente.