Página 144 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

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El Deseado de Todas las Gentes
Pero el Salvador no contestó a su argumento con otro. Levantan-
do la mano con solemne y tranquila dignidad, hizo penetrar la verdad
con aun mayor seguridad: “De cierto, de cierto te digo, que el que no
naciere de agua y del Espíritu, no puede entrar en el reino de Dios.”
Nicodemo sabía que Cristo se refería aquí al agua del bautismo y a
la renovación del corazón por el Espíritu de Dios. Estaba convencido
de que se hallaba en presencia de Aquel cuya venida había predicho
Juan el Bautista.
Jesús continuó diciendo: “Lo que es nacido de la carne, carne
es; y lo que es nacido del Espíritu, espíritu es.” Por naturaleza, el co-
razón es malo, y “¿quién hará limpio de inmundo? Nadie.
Ningún
invento humano puede hallar un remedio para el alma pecamino-
sa. “La intención de la carne es enemistad contra Dios; porque no
se sujeta a la ley de Dios, ni tampoco puede.” “Del corazón salen
los malos pensamientos, muertes, adulterios, fornicaciones, hurtos,
falsos testimonios, blasfemias.
La fuente del corazón debe ser pu-
rificada antes que los raudales puedan ser puros. El que está tratando
de alcanzar el cielo por sus propias obras observando la ley, está
intentando lo imposible. No hay seguridad para el que tenga sólo una
religión legal, sólo una forma de la piedad. La vida del cristiano no
es una modificación o mejora de la antigua, sino una transformación
de la naturaleza. Se produce una muerte al yo y al pecado, y una vida
enteramente nueva. Este cambio puede ser efectuado únicamente
por la obra eficaz del Espíritu Santo.
Nicodemo estaba todavía perplejo, y Jesús empleó el viento para
ilustrar lo que quería decir: “El viento de donde quiere sopla, y oyes
su sonido; mas ni sabes de dónde viene, ni adónde vaya: así es todo
aquel que es nacido del Espíritu.”
Se oye el viento entre las ramas de los árboles, por el susurro que
produce en las hojas y las flores; sin embargo es invisible, y nadie
sabe de dónde viene ni adónde va. Así sucede con la obra del Espíritu
Santo en el corazón. Es tan inexplicable como los movimientos
del viento. Puede ser que una persona no pueda decir exactamente
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la ocasión ni el lugar en que se convirtió, ni distinguir todas las
circunstancias de su conversión; pero esto no significa que no se
haya convertido. Mediante un agente tan invisible como el viento,
Cristo obra constantemente en el corazón. Poco a poco, tal vez
inconscientemente para quien las recibe, se hacen impresiones que