Página 145 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

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Nicodemo
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tienden a atraer el alma a Cristo. Dichas impresiones pueden ser
recibidas meditando en él, leyendo las Escrituras, u oyendo la palabra
del predicador viviente. Repentinamente, al presentar el Espíritu un
llamamiento más directo, el alma se entrega gozosamente a Jesús.
Muchos llaman a esto conversión repentina; pero es el resultado de
una larga intercesión del Espíritu de Dios; es una obra paciente y
larga.
Aunque el viento mismo es invisible, produce efectos que se ven
y sienten. Así también la obra del Espíritu en el alma se revelará
en toda acción de quien haya sentido su poder salvador. Cuando el
Espíritu de Dios se posesiona del corazón, transforma la vida. Los
pensamientos pecaminosos son puestos a un lado, las malas acciones
son abandonadas; el amor, la humildad y la paz, reemplazan a la
ira, la envidia y las contenciones. La alegría reemplaza a la tristeza,
y el rostro refleja la luz del cielo. Nadie ve la mano que alza la
carga, ni contempla la luz que desciende de los atrios celestiales. La
bendición viene cuando por la fe el alma se entrega a Dios. Entonces
ese poder que ningún ojo humano puede ver, crea un nuevo ser a la
imagen de Dios.
Es imposible para las mentes finitas comprender la obra de la
redención. Su misterio supera al conocimiento humano; sin embargo,
el que pasa de muerte a vida comprende que es una realidad divina.
Podemos conocer aquí por experiencia personal el comienzo de la
redención. Sus resultados alcanzan hasta las edades eternas.
Mientras Jesús estaba hablando, algunos rayos de la verdad pe-
netraron en la mente del príncipe. La suavizadora y subyugadora
influencia del Espíritu Santo impresionó su corazón. Sin embar-
go, él no comprendía plenamente las palabras del Salvador. No le
impresionaba tanto la necesidad del nuevo nacimiento como la ma-
nera en que se verificaba. Dijo con admiración: “¿Cómo puede esto
hacerse?”
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“¿Tú eres el maestro de Israel, y no sabes esto?” le preguntó
Jesús. Por cierto que un hombre encargado de la instrucción religiosa
del pueblo no debía ignorar verdades tan importantes. Las palabras
de Jesús implicaban que en vez de sentirse irritado por las claras
palabras de verdad, Nicodemo debiera haber tenido una muy humilde
opinión de sí mismo, por causa de su ignorancia espiritual. Sin
embargo, Cristo habló con tan solemne dignidad, y sus miradas y su