Página 176 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

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El Deseado de Todas las Gentes
Por esta razón, había escogido el sábado para realizar el acto de
curación de Betesda. Podría haber sanado al enfermo en cualquier
otro día de la semana; podría haberle sanado simplemente, sin pedirle
que llevase su cama, pero esto no le habría dado la oportunidad que
deseaba. Un propósito sabio motivaba cada acto de la vida de Cristo
en la tierra. Todo lo que hacía era importante en sí mismo y por su
enseñanza. Entre los afligidos del estanque, eligió el caso peor para
el ejercicio de su poder sanador, y ordenó al hombre que llevase su
cama a través de la ciudad a fin de publicar la gran obra que había
sido realizada en él. Esto iba a levantar la cuestión de lo que era
lícito hacer en sábado, y prepararía el terreno para denunciar las
restricciones de los judíos acerca del día del Señor y declarar nulas
sus tradiciones.
Jesús les declaró que la obra de aliviar a los afligidos estaba en
armonía con la ley del sábado. Estaba en armonía con la obra de los
ángeles de Dios, que están siempre descendiendo y ascendiendo en-
tre el cielo y la tierra para servir a la humanidad doliente. Jesús dijo:
“Mi Padre hasta ahora obra, y yo obro.” Todos los días son de Dios y
apropiados para realizar sus planes en favor de la familia humana. Si
la interpretación que los judíos daban a la ley era correcta, entonces
era culpable Jehová cuya obra ha vivificado y sostenido toda cosa
viviente desde que echó los fundamentos de la tierra. Entonces el
que declaró buena su obra, e instituyó el sábado para conmemorar
su terminación, debía hacer alto en su labor y detener los incesantes
procesos del universo.
¿Debía Dios prohibir al sol que realizase su oficio en sábado,
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suspender sus agradables rayos para que no calentasen la tierra ni
nutriesen la vegetación? ¿Debía el sistema de los mundos detenerse
durante el día santo? ¿Debía ordenar a los arroyos que dejasen
de regar los campos y los bosques, y pedir a las olas del mar que
detuviesen su incesante flujo y reflujo? ¿Debían el trigo y la cebada
dejar de crecer, y el racimo suspender su maduración purpúrea?
¿Debían los árboles y las flores dejar de crecer o abrirse en sábado?
En tal caso, el hombre echaría de menos los frutos de la tierra
y las bendiciones que hacen deseable la vida. La naturaleza debía
continuar su curso invariable. Dios no podía detener su mano por un
momento, o el hombre desmayaría y moriría. Y el hombre también
tiene una obra que cumplir en sábado: atender las necesidades de