Página 178 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

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El Deseado de Todas las Gentes
los puntos que él presentaba acerca del sábado y trataron de excitar
iras contra él porque aseveraba ser igual a Dios. El furor de los
gobernantes no conoció límites. Si no hubiesen temido al pueblo, los
sacerdotes y rabinos habrían dado muerte a Jesús allí mismo. Pero
el sentimiento popular en su favor era fuerte. Muchos reconocían
en Jesús al amigo que había sanado sus enfermedades y consolado
sus pesares, y justificaban la curación del enfermo de Betesda. Así
que por el momento los dirigentes se vieron obligados a refrenar su
odio.
Jesús rechazó el cargo de blasfemia. Mi autoridad, dijo él, por
hacer la obra de la cual me acusáis, es que soy el Hijo de Dios, uno
con él en naturaleza, voluntad y propósito. Coopero con Dios en
todas sus obras de creación y providencia. “No puede el Hijo hacer
nada de sí mismo, sino lo que viere hacer al Padre.” Los sacerdotes
y rabinos reprendían al Hijo de Dios por la obra que había sido
enviado a hacer en el mundo. Por sus pecados se habían separado
de Dios, y en su orgullo obraban independientemente de él. Se
sentían suficientes en sí mismos para todo, y no comprendían cuánto
necesitaban que una sabiduría superior dirigiese sus actos. Pero el
Hijo de Dios se había entregado a la voluntad del Padre y dependía
de su poder. Tan completamente había anonadado Cristo al yo que
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no hacía planes por sí mismo. Aceptaba los planes de Dios para
él, y día tras día el Padre se los revelaba. De tal manera debemos
depender de Dios que nuestra vida sea el simple desarrollo de su
voluntad.
Cuando Moisés estaba por construir el santuario como morada
de Dios, se le indicó que hiciese todas las cosas de acuerdo con el
modelo que se le mostrara en el monte. Moisés estaba lleno de celo
para hacer la obra de Dios; los hombres más talentosos y hábiles
estaban a su disposición para ejecutar sus sugestiones. Sin embargo,
no había de hacer una campana, una granada, una borla, una franja,
una cortina o cualquier vaso del santuario sin que estuviese de
acuerdo con el modelo que le había sido mostrado. Dios le llamó
al monte y le reveló las cosas celestiales. El Señor le cubrió de su
gloria para que pudiese ver el modelo, y de acuerdo con éste se
hicieron todas las cosas. Así también Dios, deseoso de hacer de
Israel su morada, le había revelado su glorioso ideal del carácter. Le
mostró el modelo en el monte cuando le dió la ley desde el Sinaí, y