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El Deseado de Todas las Gentes
que abre su corazón al Espíritu de Cristo llega a participar de ese
gran poder que sacará su cuerpo de la tumba.
El humilde Nazareno asevera su verdadera nobleza. Se eleva por
encima de la humanidad, depone el manto de pecado y de vergüenza,
y se revela como el Honrado de los ángeles, el Hijo de Dios, Uno con
el Creador del universo. Sus oyentes quedan hechizados. Nadie habló
jamás palabras como las suyas, ni tuvo un porte de tan real majestad.
Sus declaraciones son claras y sencillas; presentan distintamente su
misión y el deber del mundo. “Porque el Padre a nadie juzga, mas
todo el juicio dió al Hijo; para que todos honren al Hijo como honran
al Padre. El que no honra al Hijo, no honra al Padre que le envió....
Porque como el Padre tiene vida en sí mismo, así dió también al
Hijo que tuviese vida en sí mismo: y también le dió poder de hacer
juicio, en cuanto es el Hijo del hombre.”
Los sacerdotes y gobernantes se habían constituido jueces, para
condenar la obra de Cristo, pero él se declaró Juez de ellos y de
toda la tierra. El mundo ha sido confiado a Cristo, y por él ha fluído
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toda bendición de Dios a la especie caída. Era Redentor antes de
su encarnación tanto como después. Tan pronto como hubo pecado,
hubo un Salvador. Ha dado luz y vida a todos, y según la medida de
la luz dada, cada uno será juzgado. Y el que dió la luz, el que siguió
al alma con las más tiernas súplicas, tratando de ganarla del pecado
a la santidad, es a la vez su Abogado y Juez. Desde el principio de
la gran controversia en el cielo, Satanás ha sostenido su causa por
medio del engaño; y Cristo ha estado obrando para desenmascarar
sus planes y quebrantar su poder. El que hizo frente al engañador, y
a través de todos los siglos procuró arrebatar cautivos de su dominio,
es quien pronunciará el juicio sobre cada alma.
Y Dios “le ha dado potestad de ejecutar juicio, por cuanto él es
Hijo del hombre.
Porque gustó las mismas heces de la aflicción y
tentación humanas, y comprende las debilidades y los pecados de
los hombres; porque en nuestro favor resistió victoriosamente las
tentaciones de Satanás y tratará justa y tiernamente con las almas
por cuya salvación fué derramada su sangre, por todo esto, el Hijo
del hombre ha sido designado para ejecutar el juicio.
Pero la misión de Cristo no era juzgar, sino salvar. “No envió
Dios a su Hijo al mundo para que condene al mundo, mas para que
el mundo sea salvo por él.
Y delante del Sanedrín, Jesús declaró: