Página 19 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

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“Dios con nosotros”
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Por su humanidad, Cristo tocaba a la humanidad; por su divini-
dad, se asía del trono de Dios. Como Hijo del hombre, nos dió un
ejemplo de obediencia; como Hijo de Dios, nos imparte poder para
obedecer. Fué Cristo quien habló a Moisés desde la zarza del monte
Horeb diciendo: “YO SOY EL QUE SOY.... Así dirás a los hijos
de Israel: YO SOY me ha enviado a vosotros.
Tal era la garantía
de la liberación de Israel. Asimismo cuando vino “en semejanza de
los hombres,” se declaró el YO SOY. El Niño de Belén, el manso y
humilde Salvador, es Dios, “manifestado en carne.
Y a nosotros
nos dice: “‘YO SOY el buen pastor.’ ‘YO SOY el pan vivo.’ ‘YO
SOY el camino, y la verdad, y la vida.’ ‘Toda potestad me es dada
en el cielo y en la tierra.
‘YO SOY la seguridad de toda promesa.’
‘YO SOY; no tengáis miedo.’” “Dios con nosotros” es la seguridad
de nuestra liberación del pecado, la garantía de nuestro poder para
obedecer la ley del cielo.
Al condescender a tomar sobre sí la humanidad, Cristo reveló un
carácter opuesto al carácter de Satanás. Pero se rebajó aun más en la
senda de la humillación. “Hallado en la condición como hombre, se
humilló a sí mismo, hecho obediente hasta la muerte, y muerte de
cruz.
Así como el sumo sacerdote ponía a un lado sus magníficas
ropas pontificias, y oficiaba en la ropa blanca de lino del sacerdote
común, así también Cristo tomó forma de siervo, y ofreció sacrificio,
siendo él mismo a la vez el sacerdote y la víctima. “El herido fué
por nuestras rebeliones, molido por nuestros pecados: el castigo de
nuestra paz sobre él.
Cristo fué tratado como nosotros merecemos a fin de que no-
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sotros pudiésemos ser tratados como él merece. Fué condenado
por nuestros pecados, en los que no había participado, a fin de que
nosotros pudiésemos ser justificados por su justicia, en la cual no
habíamos participado. El sufrió la muerte nuestra, a fin de que pudié-
semos recibir la vida suya. “Por su llaga fuimos nosotros curados.
Por su vida y su muerte, Cristo logró aun más que restaurar lo que
el pecado había arruinado. Era el propósito de Satanás conseguir una
eterna separación entre Dios y el hombre; pero en Cristo llegamos
a estar más íntimamente unidos a Dios que si nunca hubiésemos
pecado. Al tomar nuestra naturaleza, el Salvador se vinculó con la
humanidad por un vínculo que nunca se ha de romper. A través de
las edades eternas, queda ligado con nosotros. “Porque de tal manera