Encarcelamiento y muerte de Juan
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dijo de éste, era verdad.” Cada discípulo del Maestro está llamado a
dar semejante testimonio de Cristo.
Como heraldo del Mesías, Juan fué “más que profeta.” Porque
mientras que los profetas habían visto desde lejos el advenimiento
de Cristo, le fué dado a Juan contemplarle, oír el testimonio del
cielo en cuanto a su carácter de Mesías, y presentarle a Israel como
el Enviado de Dios. Sin embargo, Jesús dijo: “El que es muy más
pequeño en el reino de los cielos, mayor es que él.”
El profeta Juan era el eslabón que unía las dos dispensaciones.
Como representante de Dios, se dedicaba a mostrar la relación de la
ley y los profetas con la dispensación cristiana. Era la luz menor, que
había de ser seguida por otra mayor. La mente de Juan era iluminada
por el Espíritu Santo, a fin de que pudiese derramar luz sobre su
pueblo; pero ninguna luz brilló ni brillará jamás tan claramente sobre
el hombre caído, como la que emanó de la enseñanza y el ejemplo
de Jesús. Cristo y su misión habían sido tan sólo obscuramente
comprendidos bajo los símbolos y las figuras de los sacrificios. Ni
Juan mismo había comprendido plenamente la vida futura e inmortal
a la cual nos da acceso el Salvador.
Aparte del gozo que Juan hallaba en su misión, su vida había
sido llena de pesar. Su voz se había oído rara vez fuera del desierto.
Tuvo el destino de un solitario. No se le permitió ver los resultados
de sus propios trabajos. No tuvo el privilegio de estar con Cristo,
ni de presenciar la manifestación del poder divino que acompañó
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a la luz mayor. No le tocó ver a los ciegos recobrar la vista, a los
enfermos sanar y a los muertos resucitar. No contempló la luz que
resplandecía a través de cada palabra de Cristo, derramando gloria
sobre las promesas de la profecía. El menor de los discípulos que
contempló las poderosas obras de Cristo y oyó sus palabras, era en
este sentido más privilegiado que Juan el Bautista, y por lo tanto se
dice que es mayor que él.
Por medio de las vastas muchedumbres que habían escuchado
la predicación de Juan, su fama cundió por todo el país. Había
un profundo interés por el resultado de su encarcelamiento. Sin
embargo, su vida inmaculada y el fuerte sentimiento público en su
favor, inducían a creer que no se tomarían medidas violentas contra
él.