Página 198 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

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El Deseado de Todas las Gentes
Así como la luz y la vida de los hombres fué rechazada por las
autoridades eclesiásticas en los días de Cristo, ha sido rechazada
en toda generación sucesiva. Vez tras vez, se ha repetido la historia
del retiro de Cristo de Judea. Cuando los reformadores predicaban
la palabra de Dios, no pensaban separarse de la iglesia establecida;
pero los dirigentes religiosos no quisieron tolerar la luz, y los que
la llevaban se vieron obligados a buscar otra clase, que anhelaba
conocer la verdad. En nuestros días, pocos de los que profesan seguir
a los reformadores están movidos por su espíritu. Pocos escuchan
la voz de Dios y están listos para aceptar la verdad en cualquier
forma que se les presente. Con frecuencia, los que siguen los pasos
de los reformadores están obligados a apartarse de las iglesias que
aman, para proclamar la clara enseñanza de la palabra de Dios. Y
muchas veces, los que buscan la luz se ven obligados por la misma
enseñanza a abandonar la iglesia de sus padres para poder obedecer.
Los rabinos de Jerusalén despreciaban a los habitantes de Galilea
por rudos e ignorantes; y, sin embargo, éstos ofrecían a la obra
del Salvador un campo más favorable que los primeros. Eran más
fervientes y sinceros; menos dominados por el fanatismo; su mente
estaba mejor dispuesta para recibir la verdad. Al ir a Galilea, Jesús
no buscaba retiro o aislamiento. La provincia estaba habitada en ese
tiempo por una población numerosa, con mayor mezcla de personas
de diversas nacionalidades que la de Judea.
Mientras Jesús viajaba por Galilea, enseñando y sanando, acu-
dían a él multitudes de las ciudades y los pueblos. Muchos venían
aun de Judea y de las provincias adyacentes. Con frecuencia se veía
obligado a ocultarse de la gente. El entusiasmo era tan grande que
le era necesario tomar precauciones, no fuese que las autoridades
romanas se alarmasen por temor a una insurrección. Nunca antes
había vivido el mundo momentos tales. El cielo había descendido a
los hombres. Almas hambrientas y sedientas, que habían aguardado
durante mucho tiempo la redención de Israel, se regocijaban ahora
en la gracia de un Salvador misericordioso.
La nota predominante de la predicación de Cristo era: “El tiempo
es cumplido, y el reino de Dios está cerca: arrepentíos, y creed al
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evangelio.” Así el mensaje evangélico, tal como lo daba el Salvador
mismo, se basaba en las profecías. El “tiempo” que él declaraba cum-
plido, era el período dado a conocer a Daniel por el ángel Gabriel.