Página 199 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

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“El reino de Dios está cerca”
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“Setenta semanas—dijo el ángel—están determinadas sobre tu pue-
blo y sobre tu santa ciudad, para acabar la prevaricación, y concluir
el pecado, y expiar la iniquidad; y para traer la justicia de los siglos,
y sellar la visión y la profecía, y ungir al Santo de los santos.
En la
profecía, un día representa un año
Las setenta semanas, o cuatro-
cientos noventa días, representaban cuatrocientos noventa años. Y
se había dado un punto de partida para este período: “Sepas pues y
entiendas, que desde la salida de la palabra para restaurar y edificar
a Jerusalem hasta el Mesías Príncipe, habrá siete semanas, y sesenta
y dos semanas,
sesenta y nueve semanas, es decir, cuatrocientos
ochenta y tres años. La orden de restaurar y edificar a Jerusalén,
completada por el decreto de Artajerjes Longímano
entró a regir
en el otoño del año 457 ant. de C. Desde ese tiempo, cuatrocientos
ochenta y tres años llegan hasta el otoño del año 27 de J. C. Según la
profecía, este período había de llegar hasta el Mesías, el Ungido. En
el año 27 de nuestra era, Jesús, en ocasión de su bautismo, recibió
la unción del Espíritu Santo, y poco después empezó su ministerio.
Entonces fué proclamado el mensaje: “El tiempo es cumplido.”
Había declarado el ángel: “En otra semana [siete años] confir-
mará el pacto a muchos.” Por siete años después que el Salvador
empezó su ministerio, el Evangelio había de ser predicado especial-
mente a los judíos; por Cristo mismo durante tres años y medio, y
después por los apóstoles. “A la mitad de la semana hará cesar el
sacrificio y la ofrenda.
En la primavera del año 31 de nuestra era,
Cristo, el verdadero sacrificio, fué ofrecido en el Calvario. Entonces
el velo del templo se rasgó en dos, demostrando que el significado
y el carácter sagrado del ritual de los sacrificios habían terminado.
Había llegado el tiempo en que debían cesar los sacrificios y las
oblaciones terrenales.
La semana—siete años—terminó en el año 34 de nuestra era.
Entonces, por el apedreamiento de Esteban, los judíos sellaron final-
mente su rechazamiento del Evangelio; los discípulos, dispersados
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por la persecución, “iban por todas partes anunciando la palabra;
poco después, se convirtió Saulo el perseguidor, y llegó a ser Pablo,
el apóstol de los gentiles.
El tiempo de la venida de Cristo, su ungimiento por el Espíritu
Santo
su muerte y la proclamación del Evangelio a los gentiles,
habían sido indicados en forma definida. Era privilegio del pueblo