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El Deseado de Todas las Gentes
Al abrir la puerta a la duda, y por haberse enternecido momentá-
neamente, sus corazones se fueron endureciendo tanto más. Satanás
estaba decidido a que los ojos ciegos no fuesen abiertos ese día, ni
libertadas las almas aherrojadas en la esclavitud. Con intensa ener-
gía, obró para aferrarlas en su incredulidad. No tuvieron en cuenta
la señal ya dada, cuando fueron conmovidos por la convicción de
que era su Redentor quien se dirigía a ellos.
Pero Jesús les dió entonces una evidencia de su divinidad reve-
lando sus pensamientos secretos. Les dijo: “Sin duda me diréis este
refrán: Médico, cúrate a ti mismo: de tantas cosas que hemos oído
haber sido hechas en Capernaúm, haz también aquí en tu tierra. Y
dijo: De cierto os digo, que ningún profeta es acepto en su tierra.
Mas en verdad os digo, que muchas viudas había en Israel en los
días de Elías, cuando el cielo fué cerrado por tres años y seis meses,
que hubo una grande hambre en toda la tierra; pero a ninguna de
ellas fué enviado Elías, sino a Sarepta de Sidón, a una mujer viuda.
Y muchos leprosos había en Israel en tiempo del profeta Eliseo; mas
ninguno de ellos fué limpio, sino Naamán el siro.”
Por esta relación de sucesos ocurridos en la vida de los profetas,
Jesús hizo frente a las dudas de sus oyentes. A los siervos a quienes
Dios había escogido para una obra especial, no se les permitió tra-
bajar por la gente de corazón duro e incrédula. Pero los que tenían
corazón para sentir y fe para creer se vieron especialmente favoreci-
dos por las evidencias de su poder mediante los profetas. En los días
de Elías, Israel se había apartado de Dios. Se aferraba a sus pecados
y rechazaba las amonestaciones del Espíritu enviadas por medio de
los mensajeros del Señor. Así se había apartado del conducto por
medio del cual podía recibir la bendición de Dios. El Señor pasó
por alto las casas de Israel, y halló refugio para su siervo en una
tierra pagana, en la casa de una mujer que no pertenecía al pueblo
escogido. Pero ella fué favorecida porque seguía la luz que había
recibido, y su corazón estaba abierto para recibir la mayor luz que
Dios le enviaba mediante su profeta.
Por esta misma razón, los leprosos de Israel fueron pasados por
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alto en tiempo de Eliseo. Pero Naamán, noble pagano que había
sido fiel a sus convicciones de lo recto y había sentido su gran
necesidad de ayuda, estaba en condición de recibir los dones de la