Página 210 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

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Capítulo 25—El llamamiento a orillas del mar
Este capítulo está basado en Mateo 4:18-22; Marcos 1:16-20; Lucas
5:1-11.
Amanecia sobre el mar de Galilea. Los discípulos, cansados
por una noche infructuosa, estaban todavía en sus barcos pesqueros
bogando sobre el lago. Jesús volvía de pasar una hora tranquila
a orillas del agua. Había esperado hallarse, durante unos cortos
momentos de la madrugada, aliviado de la multitud que le seguía
día tras día. Pero pronto la gente empezó a reunirse alrededor de él.
La muchedumbre aumentó rápidamente, hasta apremiarle de todas
partes. Mientras tanto, los discípulos habían vuelto a tierra. A fin de
escapar a la presión de la multitud, Jesús entró en el barco de Pedro
y le pidió a éste que se apartase un poquito de la orilla. Desde allí,
Jesús podía ser visto y oído mejor por todos, y desde el barco enseñó
a la muchedumbre reunida en la ribera.
¡Qué escena para la contemplación de los ángeles: su glorioso
General, sentado en un barco de pescadores, mecido de aquí para
allá por las inquietas olas y proclamando las buenas nuevas de la
salvación a una muchedumbre atenta que se apiñaba hasta la orilla
del agua! El Honrado del cielo estaba declarando al aire libre a la
gente común las grandes cosas de su reino. Sin embargo, no podría
haber tenido un escenario más adecuado para sus labores. El lago,
las montañas, los campos extensos, el sol que inundaba la tierra, todo
le proporcionaba objetos con que ilustrar sus lecciones y grabarlas
en las mentes. Y ninguna lección de Cristo quedaba sin fruto. Todo
mensaje de sus labios llegaba a algún alma como palabra de vida
eterna.
Con cada momento que transcurría, aumentaba la multitud. Ha-
bía ancianos apoyados en sus bastones, robustos campesinos de las
colinas, pescadores que volvían de sus tareas en el lago, mercaderes
y rabinos, ricos y sabios, jóvenes y viejos, que traían sus enfermos
y dolientes y se agolpaban para oír las palabras del Maestro di-
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