Leví Mateo
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invitación del Salvador, no vacilaron ni preguntaron: ¿Cómo viviré
y sostendré mi familia? Fueron obedientes al llamamiento, y cuando
más tarde Jesús les preguntó: “Cuando os envié sin bolsa, y sin
alforja, y sin zapatos, ¿os faltó algo?” pudieron responder: “Nada.
A Mateo en su riqueza, y a Andrés y Pedro en su pobreza,
llegó la misma prueba, y cada uno hizo la misma consagración. En
el momento del éxito, cuando las redes estaban llenas de peces y
eran más fuertes los impulsos de la vida antigua, Jesús pidió a los
discípulos, a orillas del mar, que lo dejasen todo para dedicarse a la
obra del Evangelio. Así también es probada cada alma para ver si el
deseo de los bienes temporales prima sobre el de la comunión con
Cristo.
Los buenos principios son siempre exigentes. Nadie puede tener
éxito en el servicio de Dios a menos que todo su corazón esté en
la obra, y tenga todas las cosas por pérdida frente a la excelencia
del conocimiento de Cristo. Nadie que haga reserva alguna puede
ser discípulo de Cristo, y mucho menos puede ser su colaborador.
Cuando los hombres aprecien la gran salvación, se verá en su vida
el sacrificio propio que se vió en la de Cristo. Se regocijarán en
seguirle adondequiera que los guíe.
El llamamiento de Mateo al discipulado excitó gran indignación.
Que un maestro religioso eligiese a un publicano como uno de sus
acompañantes inmediatos, era una ofensa contra las costumbres
religiosas, sociales y nacionales. Apelando a los prejuicios de la
gente, los fariseos esperaban volver contra Jesús la corriente del
sentimiento popular.
Se creó un extenso interés entre los publicanos. Su corazón fué
atraído hacia el divino Maestro. En el gozo de su nuevo discipu-
lado, Mateo anhelaba llevar a Jesús sus antiguos asociados. Por
consiguiente, dió un banquete en su casa, y convocó a sus parientes
y amigos. No sólo fueron incluídos los publicanos, sino también
muchos otros de reputación dudosa, proscritos por sus vecinos más
escrupulosos.
El agasajo fué dado en honor de Jesús, y él no vaciló en aceptar
la cortesía. Bien sabía que ésta ofendería al partido farisaico y le
comprometería a los ojos del pueblo. Pero ninguna cuestión de
política podía influir en sus acciones. Para él no tenían peso las
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