Página 240 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

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El Deseado de Todas las Gentes
distinciones externas. Lo que atraía su corazón era un alma sedienta
del agua de vida.
Jesús se sentó como huésped honrado en la mesa de los publica-
nos, demostrando por su simpatía y amabilidad social que reconocía
la dignidad de la humanidad; y los hombres anhelaban hacerse
dignos de su confianza. Sobre sus corazones sedientos caían sus
palabras con poder bendecido y vivificador, despertando nuevos im-
pulsos y presentando la posibilidad de una nueva vida a estos parias
de la sociedad.
En reuniones tales como ésta, no pocos fueron impresionados
por la enseñanza del Salvador, aunque no le reconocieron hasta
después de su ascensión. Cuando el Espíritu Santo fué derramado, y
tres mil fueron convertidos en un día, había entre ellos muchos que
habían oído por primera vez la verdad en la mesa de los publicanos,
y algunos de ellos llegaron a ser mensajeros del Evangelio. Para
Mateo mismo, el ejemplo de Jesús en el banquete fué una constante
lección. El publicano despreciado vino a ser uno de los evangelistas
más consagrados, y en su propio ministerio siguió muy de cerca las
pisadas del Maestro.
Cuando los rabinos supieron de la presencia de Jesús en la fiesta
de Mateo, aprovecharon la oportunidad para acusarle. Pero decidie-
ron obrar por medio de los discípulos. Despertando sus prejuicios,
esperaban enajenarlos de su Maestro. Su recurso consistió en acusar
a Cristo ante los discípulos, y a los discípulos ante Cristo, dirigiendo
sus flechas adonde había más probabilidad de producir heridas. Así
ha obrado Satanás desde que manifestó desafecto en el cielo; y todos
los que tratan de causar discordia y enajenamiento son impulsados
por su espíritu.
“¿Por qué come vuestro Maestro con los publicanos y pecado-
res?” preguntaron los envidiosos rabinos.
Jesús no esperó que sus discípulos contestasen la acusación, sino
que él mismo replicó: “Los que están sanos no tienen necesidad de
médico, sino los enfermos. Andad pues, y aprended qué cosa es:
Misericordia quiero, y no sacrificio: porque no he venido a llamar
justos, sino pecadores a arrepentimiento.” Los fariseos pretendían ser
espiritualmente sanos, y por lo tanto no tener necesidad de médico,
mientras que consideraban que los publicanos y los gentiles estaban
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