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El Deseado de Todas las Gentes
Los discípulos de Juan estaban entonces en gran aflicción. Era
antes de su visita a Jesús con el mensaje de Juan. Su amado maestro
estaba en la cárcel, y ellos pasaban los días lamentándose. Jesús no
hacía ningún esfuerzo para librar a Juan, y hasta parecía desacreditar
su enseñanza. Si Juan había sido enviado por Dios, ¿por qué seguían
Jesús y sus discípulos una conducta tan diferente?
Los discípulos de Juan no comprendían bien la obra de Cristo;
pensaban que tal vez las acusaciones de los fariseos tenían algún
fundamento. Observaban muchas de las reglas prescritas por los
rabinos; y hasta esperaban ser justificados por las obras de la ley.
El ayuno era practicado por los judíos como un acto de mérito, y
los más estrictos ayunaban dos días cada semana. Los fariseos y los
discípulos de Juan ayunaban cuando los últimos vinieron a Jesús
con la pregunta: “¿Por qué nosotros y los fariseos ayunamos muchas
veces, y tus discípulos no ayunan?”
Jesús les contestó afectuosamente. No trató de corregir su con-
cepto erróneo del ayuno, sino tan sólo con respecto a su propia
misión. Y lo hizo empleando la misma figura que el Bautista había
usado en su testimonio acerca de Jesús. Juan había dicho: “El que
tiene la esposa, es el esposo; mas el amigo del esposo, que está en
pie y le oye, se goza grandemente de la voz del esposo; así pues, este
mi gozo es cumplido.
Los discípulos de Juan no podían menos que
recordar estas palabras de su maestro, y, siguiendo con la ilustración,
Jesús dijo: “¿Podéis hacer que los que están de bodas ayunen, entre
tanto que el esposo está con ellos?”
El Príncipe del cielo estaba entre su pueblo. El mayor don de
Dios había sido dado al mundo. Había gozo para los pobres; porque
Cristo había venido a hacerlos herederos de su reino. Había gozo
para los ricos; porque les iba a enseñar a obtener las riquezas eternas.
Había gozo para los ignorantes; porque los iba a hacer sabios para
la salvación. Había gozo para los sabios; pues él les iba a abrir
misterios más profundos que los que jamás hubieran sondeado;
verdades que habían estado ocultas desde la fundación del mundo
iban a ser reveladas a los hombres por la misión del Salvador.
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Juan el Bautista se había regocijado de contemplar al Salvador.
¡Qué ocasión de regocijo tenían los discípulos con su privilegio
de andar y hablar con la Majestad del cielo! Este no era para ellos
tiempo de llorar y ayunar. Debían abrir su corazón para recibir la luz