Página 243 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

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Leví Mateo
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de su gloria, a fin de poder derramar luz sobre aquellos que moraban
en tinieblas y sombra de muerte.
Las palabras de Cristo habían evocado un cuadro brillante, pero
lo cruzaba una densa sombra, que solamente su ojo discernía. “Ven-
drán días—les dijo,—cuando el esposo les será quitado: entonces
ayunarán en aquellos días.” Cuando viesen a su Señor traicionado
y crucificado, los discípulos llorarían y ayunarían. En las últimas
palabras que les dirigiera en el aposento alto, dijo: “Un poquito, y
no me veréis, y otra vez un poquito, y me veréis. De cierto, de cierto
os digo, que vosotros lloraréis y lamentaréis, y el mundo se alegrará:
empero aunque vosotros estaréis tristes, vuestra tristeza se tornará
en gozo.
Cuando saliese de la tumba, su tristeza se trocaría en gozo. Des-
pués de su ascensión, iba a estar ausente en persona; pero por medio
del Consolador estaría todavía con ellos, y no debían pasar su tiem-
po en lamentaciones. Esto era lo que Satanás quería. Deseaba que
diesen al mundo la impresión de que habían sido engañados y chas-
queados; pero por la fe habían de mirar al santuario celestial, donde
Jesús ministraba por ellos; debían abrir su corazón al Espíritu Santo,
su representante, y regocijarse en la luz de su presencia. Sin embar-
go, iban a venir días de tentación y prueba, cuando serían puestos
en conflicto con los gobernantes de este mundo y los dirigentes del
reino de las tinieblas; cuando Cristo no estuviera personalmente con
ellos y no alcanzaran a discernir el Consolador, entonces sería más
apropiado para ellos ayunar.
Los fariseos trataban de exaltarse por su rigurosa observancia
de las formas, mientras que su corazón estaba lleno de envidia y
disensión. “He aquí—dice la Escritura,—que para contiendas y
debates ayunáis, y para herir con el puño inicuamente; no ayunéis
como hoy, para que vuestra voz sea oída en lo alto. ¿Es tal el ayuno
que yo escogí, que de día aflija el hombre su alma, que encorve su
cabeza como junco, y haga cama de saco y de ceniza? ¿Llamaréis
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esto ayuno, y día agradable a Jehová?
El verdadero ayuno no es una sencilla práctica ritual. La Escritura
describe así el ayuno que Dios ha escogido: “Desatar las ligaduras
de impiedad, deshacer los haces de opresión, y dejar ir libres a los
quebrantados, y que rompáis todo yugo;” que “derramares tu alma
al hambriento, y saciares el alma afligida.
En estas palabras se