Página 268 - El Deseado de Todas las Gentes (1955)

Basic HTML Version

264
El Deseado de Todas las Gentes
Esta tristeza es precursora de un gozo que será una fuente viva
en el alma. “Conoce empero tu maldad, porque contra Jehová tu
Dios has prevaricado.” “No haré caer mi ira sobre vosotros: porque
misericordioso soy yo, dice Jehová.” “A los que lloran en Sión,” él
ha decidido darles “hermosura en lugar de ceniza, el aceite de gozo
en vez de lamentos, y el manto de alabanza en lugar de espíritu de
pesadumbre.
Y hay consuelo para los que lloran en las pruebas y tristezas. La
amargura del pesar y la humillación es mejor que la complacencia
del pecado. Por la aflicción, Dios nos revela los puntos infectados
de nuestro carácter, para que por su gracia podamos vencer nuestros
defectos. Nos son revelados capítulos desconocidos con respecto
a nosotros mismos, y nos llega la prueba que nos hará aceptar o
rechazar la reprensión y el consejo de Dios. Cuando somos proba-
dos, no debemos agitarnos y quejarnos. No debemos rebelarnos, ni
acongojarnos hasta escapar de la mano de Cristo. Debemos humillar
nuestra alma delante de Dios. Los caminos del Señor son obscuros
para aquel que desee ver las cosas desde un punto de vista agradable
para sí mismo. Parecen sombríos y tristes para nuestra naturaleza hu-
mana; pero los caminos de Dios son caminos de misericordia, cuyo
fin es la salvación. Elías no sabía lo que estaba haciendo cuando en
el desierto dijo que estaba harto de la vida, y rogaba que se le dejase
morir. En su misericordia, el Señor no hizo caso de sus palabras. A
Elías le quedaba todavía una gran obra que hacer; y cuando su obra
fuese hecha, no había de perecer en el desaliento y la soledad del
desierto. No le tocaba descender al polvo de la muerte, sino ascender
en gloria, con el convoy de carros celestiales, hasta el trono que está
en las alturas.
Las palabras que Dios dirige a los tristes son: “Visto he sus
caminos, y le sanaré, y le pastorearé, y daréle consolaciones, a él y
a sus enlutados.” “Su lloro tornaré en gozo, y los consolaré, y los
alegraré de su dolor.
“Bienaventurados los mansos.” Las dificultades que hemos de
[269]
arrostrar pueden ser muy disminuídas por la mansedumbre que se
oculta en Cristo. Si poseemos la humildad de nuestro Maestro, nos
elevaremos por encima de los desprecios, los rechazamientos, las
molestias a las que estamos diariamente expuestos; y estas cosas
dejarán de oprimir nuestro ánimo. La mayor evidencia de nobleza