268
El Deseado de Todas las Gentes
“Vosotros sois la sal de la tierra,” dijo Jesús. No os apartéis del
mundo a fin de escapar a la persecución. Habéis de morar entre los
hombres, para que el sabor del amor divino pueda ser como sal que
preserve al mundo de la corrupción.
Los corazones que responden a la influencia del Espíritu Santo,
son los conductos por medio de los cuales fluye la bendición de Dios.
Si los que sirven a Dios fuesen quitados de la tierra, y su Espíritu se
retirase de entre los hombres, este mundo quedaría en desolación y
destrucción, como fruto del dominio de Satanás. Aunque los impíos
no lo saben, deben aun las bendiciones de esta vida a la presencia,
en el mundo, del pueblo de Dios, al cual desprecian y oprimen. Si
los cristianos lo son de nombre solamente, son como la sal que ha
perdido su sabor. No tienen influencia para el bien en el mundo, y
por su falsa representación de Dios son peores que los incrédulos
del mundo.
“Vosotros sois la luz del mundo.” Los judíos pensaban limitar
los beneficios de la salvación a su propia nación; pero Cristo les
demostró que la salvación es como la luz del sol. Pertenece a todo
el mundo. La religión de la Biblia no se ha de limitar a lo contenido
entre las tapas de un libro, ni entre las paredes de una iglesia. No
ha de ser sacada a luz ocasionalmente para nuestro beneficio, y
luego guardarse de nuevo cuidadosamente. Ha de santificar la vida
diaria, manifestarse en toda transacción comercial y en todas nuestras
relaciones sociales.
[273]
El verdadero carácter no se forma desde el exterior, para reves-
tirse uno con él; irradia desde adentro. Si queremos conducir a otros
por la senda de la justicia, los principios de la justicia deben ser en-
gastados en nuestro propio corazón. Nuestra profesión de fe puede
proclamar la teoría de la religión, pero es nuestra piedad práctica la
que pone de relieve la palabra de verdad. La vida consecuente, la
santa conversación, la integridad inquebrantable, el espíritu activo y
benévolo, el ejemplo piadoso, tales son los medios por los cuales la
luz es comunicada al mundo.
Jesús no se había espaciado en las especificaciones de la ley,
pero no quería dejar que sus oyentes sacasen la conclusión de que
había venido para poner de lado sus requerimientos. Sabía que había
espías listos para valerse de toda palabra que pudiese ser torcida para
servir su propósito. Conocía el prejuicio que existía en la mente de